Capítulo 4 – Diagnóstico: asesinato

Un traumatólogo digamos, particular, y un inspector de Presvet son los nuevos elementos de esta trama. Además, en la anterior entrega supimos que en la clínica de la segunda víctima había aparecido un pedido a última hora. ¿Alguno de estos elementos estará relacionado con los asesinatos?
DaniCarazo
Dani Carazo

El joven veterinario que espera en el bar parece que se cuadra cuando entran las policías, quizá más ante el uniforme y arma reglamentaria de Lucía que ante el aspecto más normal de la inspectora.

—Tú eres el que trabaja en la clínica ¿no? —va directa Leire.

El aludido retira la mirada de la agente y la centra en ella.

—Trabajar como tal, no. Soy traumatólogo, y vengo a operar cuando me necesitan.

—¿Estuviste ayer?

Vuelve a asentir, girándose nuevamente hacia la agente, que evidentemente le atrae.

—¡Eh! —le llama la atención Leire— Que te estoy preguntando yo.

—Ayer vine, sí —se molesta el veterinario—. Operé por la tarde una fractura de tibia. Pero ¿qué le ha pasado a Daniel? ¿Se lo han cargado?

—Eso es cosa nuestra —algo hay en ese joven que a la inspectora no le gusta—. ¿Viste algo anormal ayer en tu colega? ¿Estaba preocupado? ¿Enfermo?

—Todo bien, aunque… bueno —parece dudar el joven—, le esperaba una visita… algo incómoda.

—Vas a tener que explicarte mejor —le anima la inspectora.

—Era una inspección de Presvet.

—¿De qué? —Leire saca su móvil para tomar notas de las siguientes respuestas.

—Presvet: una regulación absurda sobre el uso de antibióticos que nos tiene a los veterinarios desesperados. Yo paso de hacerlo, y mis compañeros siempre me abroncan porque luego les toca a ellos hacer las recetas a su nombre.

—Entonces ¿la inspección era por ti?

—Puede. Cuando Daniel vio al inspector esperando me echó encima la mierda de siempre: que si ya me había avisado, que si iba a pagar yo la multa… El rollo habitual.

—Según dices, tenía razón ¿no?

—Ya te digo que es posible, pero yo paso de la burocracia.

—¿Discutisteis? —para alegría del joven, la que lo pregunta es Lucía.

—Se puede decir que sí, guapa.

La inspectora corta la airada reacción que provoca el adjetivo en su compañera.

—¿Algo más que nos puedas decir?, ¿enemigos?, ¿clientes cabreados?… Cualquier cosa nos puede ayudar.

—Enemigos ni idea, la verdad. Y clientes cabreados… alguno, claro, pero esos se dedican a poner comentarios negativos en las redes; con eso les vale.

Pocas preguntas más dejan claro que de ese veterinario no van a obtener más información, así que le despiden y se quedan las dos policías en el bar; la inspectora trata de serenar con un café a su compañera.

—Será gilipollas —suspira Lucía.

—A ver qué nos dice la autopsia —comenta Leire, volviendo a la investigación—, pero me temo que este tampoco ha muerto solo. Alguien le ha ayudado.

—Dos veterinarios, mediana edad, mismos síntomas y aparentemente modus operandi… ¿Por dónde empezamos? —se anima Lucía, que se hizo policía para este tipo de trabajos.

—¿Cámaras de seguridad?

—En las clínicas no. Por la calle me encargo de buscarlas.

—Genial —la inspectora se alegra de la predisposición de su nueva compañera y empieza a establecer las prioridades—. Hay que buscar además todas las coincidencias posibles. Empezamos por ese inspector de Presvet, tenemos que saber si visitó también la otra clínica… Igual con el traumatólogo, averiguar si también operó allí; analizar las cuentas del día, por si falta dinero; e indagar sobre ese pedido que llegó a última hora, quién lo trajo y el remitente.

Continuará…

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