José Ignacio Redondo García
Doctor en Veterinaria, Máster en Métodos Avanzados de Estadística Aplicada
SEAAV, AAAVRA, SAVECH, AVEPA (GAVA), AVA, ECVAA (Elegible)
Catedrático de Anestesiología. Dpto. Medicina y Cirugía Animal
Universidad CEU Cardenal Herrera
Imágenes cedidas por el autor
La evaluación preanestésica es un pilar fundamental en el acto anestésico. En el perro geriátrico, una anamnesis exhaustiva que indague sobre signos sutiles de intolerancia al ejercicio, tos, disnea, desorientación o cambios de apetito, por ejemplo, nos da información clave. El examen físico detallado, con auscultación cardiopulmonar rigurosa, palpación abdominal y valoración neurológica básica, puede sugerir la necesidad de pruebas complementarias. Entre estas, el perfil bioquímico completo, con atención a la función renal (creatinina, urea, SDMA) y hepática (ALT, ALP, albúmina), se asocia a la evaluación hematológica, el electrocardiograma, la radiografía torácica y, en casos indicados, la ecocardiografía.
Este conjunto de datos permite clasificar al paciente según su estado físico (ASA), estratificar el riesgo anestésico y decidir si se requieren medidas preoperatorias adicionales, tales como corrección de deshidratación, ajuste de medicaciones crónicas (por ejemplo, fármacos cardiotónicos, reguladores tiroideos o insulina) o instauración de dietas específicas para mejorar el estado nutricional. La evaluación preanestésica también permite elegir el protocolo anestésico más adecuado para el paciente, e informar al cuidador de los riesgos específicos que tiene el procedimiento anestésico que se va a llevar a cabo.
Ejemplo de ficha de recogida de datos aquí.
Raza, sexo y edad
Estos datos básicos ofrecen un punto de partida crucial:
- La raza permite anticipar predisposiciones a ciertas patologías (cardiacas, respiratorias, endocrinas u ortopédicas) y sensibilidad a fármacos específicos. Por ejemplo, una raza grande y de edad avanzada tiende a tener mayores problemas articulares y cardiacos, mientras que una raza braquicéfala tiene un mayor riesgo respiratorio.
- El sexo también es relevante, ya que las hembras enteras pueden tener problemas hormonales o uterinos, y los machos intactos, enfermedades prostáticas.
- La edad, finalmente, sitúa al paciente dentro de un rango de envejecimiento fisiológico, orientando el ajuste de las dosis anestésicas y señalando la probabilidad de comorbilidades. Los perros geriátricos tienen una probabilidad de muerte aumentada con respecto a los pacientes jóvenes.
Motivo de la anestesia
Conocer la razón que justifica la anestesia es fundamental para evaluar el balance riesgo-beneficio. No es lo mismo anestesiar a un perro geriátrico por una limpieza dental que por una cirugía mayor, una endoscopia, o una exploración diagnóstica compleja. Entender el procedimiento que se va a realizar ayuda a planificar la profundidad anestésica necesaria, el protocolo, el nivel de analgesia, la duración estimada y los cuidados posoperatorios.
Historia clínica
Debemos hacer un listado de enfermedades anteriores, tratamientos médicos y/o quirúrgicos. La revisión detallada de la historia clínica es indispensable. Enfermedades cardiacas, renales, hepáticas, endocrinas, neurológicas o respiratorias influyen directamente en la elección del protocolo anestésico. Historiales de cirugías previas y anestesias anteriores aportan datos sobre tolerancia, complicaciones previas, reacciones adversas a fármacos o requerimientos anestésicos especiales. Además, el haber sufrido una complicación anestésica en el pasado obliga a extremar las precauciones y ajustar el protocolo en consecuencia.
Tratamientos en curso
Muchos perros geriátricos reciben medicación crónica para controlar sus afecciones: fármacos cardiacos, anticonvulsivos, suplementos articulares, hormonas tiroideas, entre otros. Estos medicamentos pueden interactuar con los anestésicos o modificar la respuesta fisiológica del animal. Por ejemplo, un perro que toma diuréticos podría tener un volumen circulante disminuido; uno con antiarrítmicos, alteraciones en la conducción cardiaca; o uno con AINE, un mayor riesgo renal. Conocer esta información permite planificar ajustes en las dosis, o suspender temporalmente algunos tratamientos que puedan aumentar el riesgo anestésico.
Los perros diabéticos que reciben insulina requieren un control muy cuidadoso en el periodo perioperatorio. Interrumpir la administración de insulina o no ajustarla adecuadamente en el día de la cirugía puede llevar a descompensaciones metabólicas, con riesgo tanto de hiperglucemia como de hipoglucemia. Por ello, es fundamental coordinar con el propietario el horario de la última dosis, adecuar la cantidad de insulina el día de la operación y monitorizar la glucemia de forma estrecha antes, durante y después del procedimiento. Esto garantiza la estabilidad metabólica del paciente y disminuye el riesgo de complicaciones anestésicas y posoperatorias.
La acepromacina es un sedante que puede producir vasodilatación periférica y disminuir la presión arterial. En perros que están bajo tratamiento con inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina (IECA), bloqueantes de los canales de calcio o pimobendán, la presión arterial ya puede estar más baja o ser más difícil de estabilizar. La combinación de estos fármacos con acepromacina aumenta el riesgo de hipotensión grave, reduciendo la perfusión de órganos vitales. Por ello, es preferible optar por sedantes con menor efecto hipotensor, o bien ajustar las dosis y la monitorización de la presión arterial si se utiliza acepromacina.
Los perros que reciben digitálicos para el control de enfermedades cardiacas tienen un miocardio más susceptible a las alteraciones del ritmo. El uso de fármacos anestésicos que puedan provocar o exacerbar arritmias es especialmente peligroso en estos pacientes. Es recomendable seleccionar agentes anestésicos y analgésicos con un perfil cardiaco estable, evitando aquellos que estimulen el sistema simpático en exceso o interfieran con la conducción cardiaca. De esta manera se minimizan las probabilidades de arritmias potencialmente letales durante el procedimiento.
En perros geriátricos que toman AINE de forma continua para controlar la osteoartritis, por ejemplo, es importante ser prudente al planificar la analgesia perioperatoria. La combinación de AINE con corticoides aumenta el riesgo de daños gastrointestinales y renales, debido a la sinergia negativa entre ambos grupos farmacológicos. Asimismo, administrar la dosis completa del AINE en el periodo perioperatorio puede resultar excesivo, ya que el animal está sometido a más estrés fisiológico. Lo más aconsejable es ajustar la dosis, evaluar la función renal y hepática previamente, y buscar analgésicos complementarios (como opioides o anestésicos locales) que disminuyan la necesidad de aumentar la exposición a AINE. Con esto se reduce el riesgo de efectos secundarios, protegiendo la función renal y la mucosa gastrointestinal del perro geriátrico en la anestesia y la cirugía.
Signos de enfermedad
Cualquier señal clínica reciente como tos, disnea, vómitos, diarrea, letargia, pérdida de peso o alteración en el apetito indica un estado de salud comprometido. En un perro geriátrico, incluso cambios sutiles pueden tener un impacto significativo en su reserva fisiológica. Por ello, es importante preguntar al propietario sobre síntomas recientes, para determinar si es necesario posponer la cirugía, realizar más pruebas diagnósticas, o modificar el plan anestésico.
Tolerancia al ejercicio
La actividad física que puede realizar el animal sin fatiga excesiva ofrece una pista sobre su estado cardiopulmonar y musculoesquelético. Un perro que se cansa al recorrer pocos metros, que tose al subir escaleras o que presenta disnea tras un leve ejercicio, puede tener enfermedades subclínicas que alterarán su respuesta al estrés anestésico. Esta información ayuda a tener en cuenta si se requiere un control más estricto de la función cardiovascular y respiratoria.
Exposición a insecticidas u otras sustancias químicas
La exposición a productos tóxicos o insecticidas (organofosforados, piretroides, etc.) puede alterar la función neuromuscular, hepática o renal, y modificar la sensibilidad a la anestesia. Conocer si el perro ha estado en contacto reciente con productos químicos peligrosos ayuda a prever posibles complicaciones intraoperatorias, interacciones farmacológicas o eventos adversos no esperados.
Historia de alergia o reacciones a fármacos
Las reacciones alérgicas previas a medicamentos, anestésicos o materiales quirúrgicos (ejemplo: látex o propofol) deben ser consideradas con sumo cuidado. Un animal que haya mostrado urticaria, angioedema, shock anafiláctico u otras reacciones adversas deberá recibir un protocolo anestésico con fármacos alternativos y monitoreo muy estrecho, minimizando la exposición a los medicamentos sospechosos.
Vacunaciones y desparasitaciones
Un calendario sanitario al día indica que el perro está protegido frente a enfermedades infecciosas que podrían complicar el período posoperatorio. En el caso del paciente geriátrico, un sistema inmunológico menos eficiente convierte la prevención en un factor relevante. Además, desparasitaciones regulares reducen el riesgo de alteraciones gastrointestinales o anemia, que podrían influir en la capacidad del animal para tolerar la anestesia y la cirugía.
Estado reproductivo
Si el paciente está entero y se sospecha de patologías asociadas (alteraciones hormonales o piometra en hembras, hiperplasia prostática, tumores testiculares en machos), puede condicionar la elección de protocolos anestésicos y la realización de pruebas adicionales. Un estado reproductivo conocido evita sorpresas intraoperatorias (como un útero con alteraciones, o incluso una gestación no diagnosticada), y permite planificar el manejo anestésico considerando las complicaciones potenciales.