La individualización del malestar

Noelia Rico se pregunta en este artículo cómo valoramos, como sector, el malestar generalizado. ¿Es algo que les falta a las personas o es una defensa ante un contexto demasiado complejo para lo que individualmente podemos soportar? El abordaje solo individual de un problema que afecta a una proporción tan elevada de profesionales puede aliviar individualmente a esa persona, pero entraña riesgos.
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Imagen 1. Perspectiva individual vs. entorno.

Noelia Rico Gómez
Veterinaria – Consultora RRHH Sector salud
La Cómplice Agencia
www.lacomplice-agencia.com
Imágenes cedidas por la autora

Siento que en el sector veterinario hay un cierto interés en no hacer un cuestionamiento de lo común, más allá de lo individual. También del malestar.

Un malestar generalizado e incómodo. Sobre todo, cuando se cuestiona desde lo común.

Los veterinarios están deprimidos. Están quemados. Se suicidan. Ellos. Eso les pasa. A ellos.

Por ejemplo: él está deprimido. Ella está ansiosa.

Él lleva cuatro años trabajando. Cobra poco más que el salario de convenio. Vive en Barcelona y comparte piso por obligación. Trabaja de día y hace alguna guardia de noche. Solo. Ha invertido miles de euros en un posgrado de cirugía que le encantó. En su puesto de trabajo no practica lo aprendido. Su jefe es mucho más rápido que él y nunca hay tiempo. Le han ofrecido estar de retén de cirugía los fines de semana, pero lo ha rechazado. Se siente inseguro. Le parece imprudente e injusto para sus pacientes (y clientes). Ha tenido algún susto.

No sabe si su jefe es especial o es él el que debería atreverse. Empieza a pensar que el problema es suyo. Solo suyo. Le gustaría desencallar la situación, pero no sabe cómo. Quizás cambiando de trabajo, pero las alternativas le parecen parecidas a lo que tiene. Teme que llevando años ejerciendo y con el posgrado en cirugía, esperarán de él que sepa más de lo que sabe. Empieza a pensar que no es suficientemente bueno. Que le falta carácter.

Ella. Es su primer trabajo un poco “serio”. Hace guardias. Hay muy pocas urgencias, así que las noches las cubre una persona. Sola. No da para otra.

Ha sacado muy buenas notas en la carrera y hecho prácticas en varios centros. Ha puesto vías y sacado sangre varias veces. Ahora está sola de guardia. En su cabeza imagina animales atropellados, politraumatizados, intoxicados, muy graves… Tutores muy nerviosos. Se ve sola. Sin ayuda. Sin saber suficiente. Sin ser suficiente.

Le avergüenza mucho decir cómo se siente. Que no sabe. A su jefe. A sus amigos. Incluso a su familia. Siente que los clientes la miran raro. Desconfían. Dos han escrito reseñas negativas nombrándola. Apenas interactúa con otros veterinarios porque cuando ella entra al turno, ellos se van. Y viceversa. No sabe si lo que le pasa es normal.

Horas antes de entrar a la guardia se le acelera el corazón. Y últimamente siente un hormigueo que le sube por los antebrazos. Una sensación incómoda que se parece al miedo. Piensa que se equivocó estudiando veterinaria. Que no es resiliente. Que ella no es suficiente.

Ambos tienen falta de sueño y comen mal. Están muy cansados física y mentalmente y les cuesta desconectar del trabajo.

Pasan los días y siguen trabajando. De esa manera. En esos contextos. Viviendo esas experiencias. Ellos. Pero como muchos otros.

Un día uno entra en crisis. Su cuerpo decide parar. No puede más.

Luego el otro. Y viene la primera etiqueta: estrés. Y la segunda, más seria: ansiedad. Depresión. Ellos tienen un trastorno adaptativo. Porque no se adaptan.

Y nosotros, como sector, ¿qué hacemos?, ¿qué le decimos?

La trampa del diagnóstico

Cuando le ponemos una etiqueta médica a un problema que también es contextual, nos liberamos de la necesidad de seguir preguntando. El diagnóstico actúa como barrera. Porque convierte el problema en individual. Y su solución también.

“Ve al psicólogo”, “tómate un tiempo”, “haz yoga”, “respira”, “duerme bien”, “cuídate”, etc. Y si no puedes, pide ayuda. Pero resuélvelo.

¿Puede o debe un individuo resolver solo un malestar que es generalizado, contextual?

Según datos públicos de COVELMA, en 2022, y cito literal, “de los colegiados que demandaron el SAAP (Servicio de Atención Psiquiátrica y Psicológica), el 75 % trabajan como contratados en clínicas veterinarias, y la mayoría de estos describe situaciones laborales precarias que aumentan su estrés que, con frecuencia, está en la base de su demanda de ayuda. La patología más prevalente de los 52 pacientes que tuvieron que recibir atención psiquiátrica fueron trastornos de ansiedad y trastornos adaptativos con síntomas depresivos y solo 10 presentaban un trastorno mental grave”.

Patología. Demanda de ayuda. Trastorno adaptativo. Son ellos que no se adaptan.

Cuando les preguntan qué les pasa, un 70 % de ellos relaciona directamente sus problemas con estrés laboral.

¿Cómo son esos contextos laborales a los que no se adaptan? ¿Son adecuados?

Si no fueran adecuados, ¿quién debe cambiar? ¿Ellos, o su entorno? (imagen 1).

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Imagen 1. Perspectiva individual vs. entorno.

¿Cómo valoramos, como sector, este malestar generalizado? ¿Es un déficit? ¿Es algo que les falta a las personas?

¿O es una defensa más o menos “legítima” ante un entorno o contexto demasiado complejo para lo que individualmente podemos soportar?

En definitiva, podemos estar delante de una epidemia de trastornos adaptativos “individuales” pero también muchas pueden ser reacciones naturales a contextos laborales altamente demandantes que no están siendo adecuados para estos profesionales y los riesgos que entraña su trabajo diario.

El abordaje solo individual a un problema que afecta a una proporción tan elevada de profesionales puede aliviar individualmente a esa persona, cierto, pero entraña riesgos:

Que dejemos de hacernos preguntas incómodas.

Que no se profundice en la prevención a nivel organizacional y colectivo.

Que el peso y responsabilidad recaiga en la persona y esta se sienta abrumada y culpable por no saber hacerlo, ni sola ni acompañada. “Si no mejoras, es que no te esfuerzas suficiente. Tienes más recursos que nunca. Si no puedes, eres tú”.

Que estemos forzando a personas a adaptarse a contextos laborales insanos (esto es lo más perverso).

El sobrediagnóstico y la patologización de un malestar general que puede ser legítimo y lo que pide es un cambio de modelo.

Que no solucionemos el problema estructural de falta crónica de talento (los problemas estructurales no se solucionan individualmente).

Que no invitemos y ayudemos a las empresas a revisar sus modelos y prácticas de gestión de personas hacia modelos más respetuosos y sostenibles (que atiendan las características tan especiales de los profesionales de la salud).

Que desde las universidades, asociaciones y colegios profesionales no se promuevan acciones que ayuden y miren a lo organizacional, a lo colectivo y al largo plazo.

En esta narrativa individualizada, el contexto desaparece.

El trabajo a destajo, la desorganización, la falta de liderazgo, la escasa inversión en formación y desarrollo, la sobrecarga crónica, las guardias sin apoyo, los sueldos bajos, las malas entradas al mundo laboral, los turnos encadenados, la poca prevención real de riesgos psicosociales, la falta de seguimiento y acompañamiento de las personas, la conflictividad, las culturas tóxicas, etc. todo eso se evapora.

¿Dónde queda el entorno?

La salud mental y el abordaje individual se está erigiendo como una verdad generalizada que me asusta un poco, porque parece obviar que hay una parte de la ecuación que es colectiva.

¿Ayuda seguir etiquetando en masa a personas (casi generaciones) como enfermos de salud mental cuando quizás son personas que tienen malos trabajos, pocas alternativas y están hartos, pero no enfermos?

Porque si hablamos de salud mental también hablamos de enfermedad mental. De enfermos mentales. Cuidado con que el diagnóstico masivo de problemas de salud mental no nos esté bloqueando a la hora de tomar acciones colectivas. Si la gente coge mucho la baja o cambia mucho de trabajo decimos que los Z tienen pobre salud mental. Y les decimos también: lo leve te lo curas con mindfulness, lo grave con ayuda externa. Terapia, medicación, etc. Y en medio ¿qué hay? Un entorno al que mirar.

Porque si las cosas cambian quizás hay un contexto laboral que transformar. Un contexto al que ayudar a cambiar poco a poco y paso a paso, porque donde queremos llegar está todavía muy lejos.

Seguimos lanzamos cada año hordas de veterinarios al mercado de trabajo desde las tropecientas universidades de veterinaria que tenemos y no somos capaces como sector de gestionarlos, hasta el punto de tener que cerrar servicios por falta endémica de personal.

Hoy somos un sector triturador de talento. Y esto no es algo que uno deba o pueda resolver solo. Algo a lo que nos debamos adaptar. Con mindfulness.

Ahondemos para saber qué hay detrás del malestar. Preguntémonos qué les está pasando a todas esas personas en nuestros equipos. Veamos qué podemos hacer. Y hagámoslo. Poco a poco. Centro a centro. Con mucha ayuda y mucha paciencia.

No nos limitemos a poner etiquetas (o diagnósticos) que ponen en el otro la responsabilidad y que probablemente no resuelva ni su problema ni el nuestro (como sector, empresarios, etc.) porque atacan el síntoma, pero no profundizan en él.

La individualización del malestar sigue una lógica peligrosa. Es una lógica “útil y cómoda” para el sistema (el problema no es nuestro, siempre es del otro) pero limitada y paralizante para la transformación que necesita el sector (y que somos todos).

¿Y si las grandes soluciones están más allá de lo individual?

La WSAVA Professional Wellness Guidelines es uno de los documentos más completos y accesibles sobre bienestar en el sector veterinario. Reúne investigaciones de múltiples países y ofrece un enfoque amplio: individual, organizacional y sectorial. A todos los niveles. Así sí.

Uno de sus principales aportes es justamente el que quiero trasmitir en este artículo: el malestar y sufrimiento veterinario no es una cuestión de salud mental individual, sino de una compleja interacción de factores, que incluyen también el modo en que trabajamos.

Ejercer como profesional sanitario en el ecosistema laboral actual no es fácil y nunca lo será. Eso lo sabemos todos. Por la propia naturaleza del trabajo. Y con eso siempre tendremos que lidiar. Pero podemos hacerlo de muchas maneras. Desde lo individual y desde lo colectivo.

Prepararnos, protegernos y cuidarnos individual y colectivamente cuidando los entornos laborales (recomendaciones en la WSAVA Professional Wellness Guidelines) (imagen 2).

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Imagen 2. Recomendaciones. Enfoque organizacional.

Fomentemos también la idea de responsabilidad colectiva y trabajemos fuerte sectorialmente (universidades, industria, colegios, asociaciones y empresas) por crear unos entornos laborales cada día más sanos y seguros, donde las personas se atiendan, cuiden y gestionen de manera profesional, con conocimiento, poniendo intención, atención, tiempo y recursos. No a salto de mata y entre visita y visita. Así no, por favor.

Muchos profesionales sienten un malestar profundo y crónico (empleados, gerentes, veterinarios, auxiliares, etc).

Podemos seguir hablando solo de salud mental, individualizando el malestar y enviándolos al psicólogo y al gimnasio. Podemos también empezar a hablar de gestión de personas y equipos y de salud laboral.

Preparemos muy bien a nuestras personas (no solo en lo técnico) para esta profesión tan especial. También fomentemos una gestión veterinaria responsable y sostenible que trabaje también duro por construir ecosistemas laborales adecuados y saludables que desarrollen talento, personas y transformen a todo un sector. Un desafío. Y una oportunidad.

Las WSAVA Professional Wellness Guidelines proponen una cultura organizacional del bienestar.

Yo os propongo que elevemos la necesidad de esa cultura de bienestar a nivel sectorial y no dejemos solo a nadie. Ni a veterinarios, ni a auxiliares, ni a gerentes, etc.

Porque el autocuidado es importante, claro. Pero no puede ser la única respuesta (imagen 3).

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Imagen 3. Enfoques para la acción.

No se trata solo de disponer de recursos para cuando un profesional “se rompe”, sino de una forma diferente de pensar el trabajo, para que este no nos rompa como profesionales.

Cada vez hay más empresas veterinarias que buscan elevar sus estándares en la gestión de personas y equipos porque saben que es clave para la excelencia en el servicio y quieren ser excelentes.

Y esa es una grandísima noticia. Porque habla de futuro.

Porque esas empresas van a tomar acción. Van a impactar también (porque no solo) en el bienestar de sus equipos y estos van a dar un mejor servicio a sus pacientes y clientes.

Y eso soluciona problemas. Más allá de lo individual.

Individualizar el malestar no transforma el sistema. Lo transformamos todos juntos.

Tú, ¿qué es lo próximo que vas a hacer?

¡Seguimos!

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