Hipofisectomía en perros y gatos: procedimiento, beneficios y cuidados

La extirpación total o parcial de la glándula pituitaria puede ser una opción valiosa en pacientes con tumores hipofisarios (como el adenoma hipofisario asociado con el síndrome de Cushing) o trastornos hormonales graves que no responden al tratamiento farmacológico, así como para el control del crecimiento tumoral en casos de acromegalia, especialmente en gatos
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Imagen 1. Paciente posicionado para un procedimiento de hipofisectomía mediante un abordaje transesfenoidal.

Sergio Moya García1, Samuel Rico Holgado2, José Carlos Jaenes Amarillo3, Antoaneta Moise4, José López Pérez5, Nuria Delgado Lucena6, Jesús Floréz-Estrada Pérez7, Juan Carlos Cartagena Albertus8.
1Miembro Acreditado del grupo de Neurología de AVEPA, Bluecare Partners.
2Ldo Vet, PhD, acreditado 32 en AVEPA en cirugía de tejidos blandos.
3Ldo Vet, GPCertSAS. Clínica Veterinaria Vet&Vet (Sevilla).
4Lda Vet, MSc, MRCVs, GP Cert Oncología, GP Cert Cardiología, Vets Plus Pets.
5Ldo Vet, GP Cert Opht. 44 Hospital Veterinario Villablanca, Fuengirola (Malaga).
6DVM, MSc, CSP neurología. Miembro del servicio de neurología y neurología en HV Bluecare Partners.
7DVM, MSc. Servicio de Cirugía Constitución. Valencia.
8PhD, Miembro acreditado del GECIRA. Second Vets (Málaga).
Imágenes cedidas por los autores

La hipófisis, también llamada glándula pituitaria, es una estructura neuroendocrina de pequeño tamaño, fundamental en la regulación hormonal. En el perro, se encuentra situada en la base del encéfalo, dentro de una depresión ósea llamada silla turca, que forma parte del hueso esfenoides.

Rostralmente está delimitada por el quiasma óptico, donde cruzan las fibras de los nervios ópticos. Caudalmente está en contacto con el tallo cerebral. Lateralmente es flanqueada por el seno cavernoso, por donde pasan estructuras importantes como el nervio oculomotor (III), troclear (IV), abducens (VI), así como la rama oftálmica del nervio trigémino (V). Dorsalmente está protegida por una lámina de duramadre denominada diafragma selar, que deja una apertura para el paso del tallo hipofisario.

Anatomía y fisiología de la hipófisis

En el perro y en el gato, igual que en otras especies, esta glándula se divide en dos partes principales:

  • La adenohipófisis, o lóbulo anterior, constituye aproximadamente el 70 % del volumen total. Produce y secreta hormonas como la hormona adrenocorticotrópica (ACTH), hormona de crecimiento (GH), prolactina (PRL), hormona folículo estimulante (FSH), hormona luteinizante (LH) y la hormona estimulante de la tiroides (TSH).
  • La neurohipófisis, o lóbulo posterior, constituye la extensión del hipotálamo. Almacena y libera hormonas producidas por núcleos hipotalámicos, como la oxitocina y la hormona antidiurética (ADH).

Por todo esto, la función principal de la hipófisis es regular el sistema endocrino mediante la producción de varias hormonas que afectan a diferentes órganos y procesos metabólicos en el cuerpo, como el crecimiento, la reproducción, el metabolismo y la respuesta al estrés. Además, está conectada al hipotálamo a través del tallo pituitario, lo que le permite recibir señales del cerebro para regular sus funciones.

Debido a su proximidad a estructuras neurológicas críticas y su función hormonal clave, las alteraciones en la hipófisis (tumores, inflamaciones o disfunciones hormonales) pueden generar signos neurológicos y endocrinos significativos, como síndrome de Cushing, acromegalia o diabetes insípida.

En los perros y gatos, una de las principales funciones de la hipófisis es la producción de ACTH (hormona adrenocorticotrópica), que a su vez estimula la producción de cortisol en las glándulas suprarrenales.

Patologías asociadas

Síndrome de Nelson

El síndrome de Nelson es una complicación que se puede presentar en perros que han sido tratados por hiperadrenocorticismo (enfermedad de Cushing). Este síndrome se desarrolla en perros que han sido sometidos a una adrenalectomía bilateral, es decir, a la extirpación de ambas glándulas suprarrenales, generalmente para controlar el exceso de producción de cortisol.

El síndrome de Nelson se caracteriza por la aparición de una hiperplasia o tumor de la glándula pituitaria (hipófisis), que produce una cantidad excesiva de hormona adrenocorticotrópica (ACTH). Esta hormona estimula las glándulas suprarrenales y, en ausencia de estas (después de la cirugía), su producción puede resultar en la hiperplasia de la glándula pituitaria.

Los síntomas del síndrome de Nelson incluyen:

  • Crecimiento de tumores pituitarios que producen ACTH. Puede provocar compresión de estructuras cerebrales cercanas.
  • Síntomas neurológicos debido al crecimiento de estos tumores, como ataxia, desorientación, convulsiones, ceguera por compresión del quiasma óptico, cambios de comportamiento y otros signos de presión intracraneal.
  • Aumento de los niveles de ACTH en sangre.
  • Alopecia, aunque puede estar relacionada con la enfermedad de Cushing previa.
  • Otros signos endocrinos, como polifagia, polidipsia/poliuria, etc.
  • Problemas metabólicos persistentes.

El síndrome de Nelson es infrecuente, por suerte. No todos los animales que se someten a una adrenalectomía bilateral desarrollan este problema.

Uso de trilostano en el síndrome de Nelson

El trilostano es un medicamento utilizado para tratar la enfermedad de Cushing, específicamente para inhibir la producción de cortisol en las glándulas suprarrenales. Es un inhibidor de la enzima 3β-hidroxiesteroide deshidrogenasa, que juega un papel crucial en la producción de cortisol.

En el caso del síndrome de Nelson, el uso de trilostano tiene varias implicaciones:

  • Control del exceso de ACTH: en algunos casos, el trilostano puede ser útil en la reducción de los niveles de cortisol en perros con Cushing, lo que indirectamente podría ayudar a controlar el crecimiento del tumor pituitario en algunos perros con síndrome de Nelson.
  • Tratamiento complementario: el trilostano podría ser utilizado como un tratamiento complementario para modular la producción hormonal si se detectan problemas en la glándula pituitaria, ya que reduce la cantidad de cortisol disponible y puede disminuir la estimulación de los tumores pituitarios.
  • Control de los efectos secundarios: en perros con síndrome de Nelson que desarrollan efectos secundarios graves, como signos neurológicos o hipertensión, el trilostano podría ayudar a mitigar algunos de los efectos clínicos relacionados con el exceso de cortisol, aunque no es una cura para el síndrome.

Es importante destacar que el trilostano no cura el síndrome de Nelson ni elimina el tumor pituitario; solo puede aliviar alguno de los síntomas relacionados con la sobreproducción de cortisol. En algunos casos, el tratamiento quirúrgico o radioterápico de los tumores pituitarios puede ser necesario.

El uso de trilostano en el síndrome de Nelson no está completamente estandarizado, ya que el tratamiento depende de la gravedad de los síntomas y de la respuesta individual de cada perro. Algunos veterinarios prefieren usar trilostano como una herramienta para controlar los niveles de cortisol y mitigar algunos efectos pero, en casos más graves, puede ser necesario un enfoque más agresivo, como la cirugía o la radioterapia para tratar el tumor pituitario.

El trilostano puede ayudar en algunos casos del síndrome de Nelson al reducir los efectos secundarios de la sobreproducción de cortisol, pero no es una solución definitiva para el problema subyacente del tumor pituitario. El tratamiento ideal debe ser personalizado y siempre supervisado por un veterinario especializado en endocrinología.

Como hemos dicho, el trilostano se usa para tratar la enfermedad de Cushing al inhibir la síntesis de cortisol en las glándulas suprarrenales. El uso de trilostano no causa directamente el síndrome de Nelson, pero puede ser un factor que lo “desencadene” o que agrave los síntomas en ciertos casos, debido a los siguientes factores:

  • Inhibición de cortisol y retroalimentación pituitaria: el trilostano inhibe la producción de cortisol en las glándulas suprarrenales. Cuando hay una disminución de cortisol (por el tratamiento con trilostano), esto puede interferir con la retroalimentación negativa que regula la producción de ACTH desde la glándula pituitaria. Como consecuencia, esta podría empezar a producir más ACTH para compensar la bajada en cortisol, lo que potencialmente estimularía el crecimiento de un tumor pituitario preexistente o desencadenaría una hiperplasia pituitaria (crecimiento anómalo) en perros que tienen predisposición a desarrollar el síndrome de Nelson.
  • Desarrollo de hiperplasia pituitaria en perros con predisposición: en algunos perros, especialmente aquellos que han sido sometidos a cirugía de adrenalectomía bilateral, la reducción del cortisol por el uso del trilostano puede crear un ambiente propicio para el crecimiento anómalo de la glándula pituitaria. Esto es más probable en perros que ya tienen una predisposición genética o clínica a desarrollar tumores o hiperplasia pituitaria, ya que el control del cortisol (sin las glándulas suprarrenales) puede alterar el equilibrio hormonal endocrina.
  • Interrupción en la regulación hormonal: el efecto del trilostano es complejo y no siempre predecible. Si el tratamiento con el fármaco no está bien ajustado y el perro experimenta fluctuaciones en los niveles de cortisol, se puede desestabilizar la producción de ACTH por la glándula pituitaria, lo que contribuye indirectamente a la formación de un tumor o al crecimiento de una hiperplasia en perros con antecedentes de enfermedad de Cushing.

El desarrollo del síndrome de Nelson como consecuencia del uso de trilostano es relativamente raro. La mayoría de los perros tratados con trilostano no desarrollan este síndrome. Sin embargo, si el tratamiento no está correctamente manejado o si el animal tiene una predisposición genética a tumores pituitarios, podrían existir riesgos a largo plazo, especialmente en perros que ya han sido sometidos a adrenalectomía bilateral para tratar Cushing.

Uso adecuado del trilostano

  • Monitorización cuidadosa: es crucial realizar un seguimiento regular de los niveles de cortisol y ACTH, especialmente en perros tratados con trilostano para evitar fluctuaciones hormonales que puedan desencadenar el crecimiento anómalo de la glándula pituitaria.
  • Ajuste de la dosis: el veterinario debe ajustar cuidadosamente la dosis de trilostano, asegurándose de que el perro no experimente niveles demasiado bajos de cortisol (lo que podría estimular excesivamente la producción de ACTH) ni niveles demasiado altos (lo que podría no controlar la enfermedad de Cushing).
  • Tratamiento alternativo: en algunos casos, si se observa una elevación en los niveles de ACTH o si se detectan signos de un tumor pituitario, puede ser necesario considerar tratamientos alternativos, como la radioterapia o incluso la cirugía.
  • El trilostano no causa directamente el síndrome de Nelson, pero el uso incorrecto o el mal ajuste de la medicación podría desencadenar un entorno hormonal que favorezca el crecimiento de tumores pituitarios en perros con predisposición. Por ello, el tratamiento debe ser siempre supervisado por un veterinario especializado y ajustado según las necesidades de cada perro.

Apoplejía hipofisaria

Se trata de una condición médica rara y grave que afecta a la glándula pituitaria (hipófisis). Se refiere a un evento vascular que ocurre en esta, lo que puede causar una disfunción endocrina grave. En perros y gatos, esta afección generalmente se presenta en el contexto de tumores pituitarios, aunque también puede ocurrir en animales sin tumores preexistentes.

La apoplejía hipofisaria ocurre cuando hay una hemorragia o infarto en la glándula pituitaria. Esto provoca un deterioro repentino de su función, lo que puede llevar a una insuficiencia hormonal aguda.

Como hemos repasado en su anatomía, la hipófisis tiene una irrigación sanguínea peculiar, con una sangre más fluida en ciertos capilares. Cuando hay un tumor pituitario (como un adenoma) o una hiperplasia de la glándula, estas alteraciones pueden hacer que los vasos sanguíneos se vuelvan más frágiles. Si un tumor pituitario crece rápidamente o se comprime, puede haber una hemorragia intratumoral o un infarto de la pituitaria, lo que desencadena la apoplejía hipofisaria.

Causas y factores predisponentes

En perros y gatos, la apoplejía hipofisaria puede ocurrir en los siguientes contextos:

  • Tumores pituitarios: los tumores, especialmente los adenomas pituitarios, son la causa más común de apoplejía hipofisaria. La hemorragia o infarto ocurre debido al rápido crecimiento del tumor, que afecta a la vascularización.
  • Cushing hipofisario: en perros con enfermedad de Cushing dependiente de la pituitaria, ya que estos animales suelen tener adenomas pituitarios productores de ACTH.
  • Causas vasculares: problemas vasculares, como la hipertensión o trastornos de la coagulación, pueden predisponer a la apoplejía hipofisaria.
  • Trauma: en algunos casos, el trauma directo en la región craneal también puede afectar a la pituitaria y desencadenar la apoplejía.

Signos clínicos

Los signos clínicos suelen ser agudos y graves. Varían dependiendo de la extensión de la hemorragia o infarto y de la función hormonal comprometida. Los más comunes incluyen:

  • Ceguera repentina o cambios en la visión: debido a la presión sobre el nervio óptico, que puede estar involucrado por la hemorragia o edema en la pituitaria.
  • Alteraciones neurológicas: como ataxia, desorientación o convulsiones si la apoplejía afecta al tejido nervioso circundante.
  • Anorexia, vómitos y deshidratación: comúnmente asociados con la insuficiencia hormonal y el malestar general.
  • Letargo o debilidad generalizada: el animal puede volverse más apático y menos interactivo.
  • Hipopituitarismo: si la apoplejía compromete la función hormonal de la pituitaria, se pueden desarrollar signos relacionados con la insuficiencia de varias hormonas, como insuficiencia adrenal (deficiencia de cortisol), hipotiroidismo (deficiencia de hormonas tiroideas) o deficiencia de crecimiento o trastornos reproductivos (debido a la falta de hormona de crecimiento o gonadotropinas).

Diagnóstico

El diagnóstico de apoplejía hipofisaria en perros y gatos se realiza a través de una combinación de pruebas clínicas y estudios de imagen.

  • Historia clínica y examen físico: un diagnóstico sospechoso suele basarse en los síntomas clínicos agudos, especialmente la aparición repentina de signos neurológicos o endocrinos.
  • Resonancia magnética (RM): es la prueba más sensible para detectar tumores pituitarios y lesiones en la glándula pituitaria, incluyendo la hemorragia o el infarto. La RM también puede ayudar a evaluar la extensión del daño y el tamaño del tumor.
  • Tomografía computarizada (TC): también puede ser útil para visualizar la pituitaria y evaluar las posibles lesiones.
  • Pruebas endocrinas: la medición de los niveles hormonales en sangre puede ayudar a confirmar la insuficiencia de las hormonas pituitarias, como el cortisol (para evaluar la función adrenal), T4 (para evaluar la función tiroidea) y las gonadotropinas. La prueba de ACTH también puede ser útil en los casos de enfermedad de Cushing.
  • Análisis de sangre: para detectar anomalías anomalías ácido-base, como la hiponatremia (niveles bajos de sodio), que puede ocurrir debido a la insuficiencia adrenal o deshidratación.

Tratamiento

El tratamiento de la apoplejía hipofisaria se enfoca en estabilizar al animal, manejar la insuficiencia hormonal y los síntomas neurológicos.

  1. Tratamiento médico inicial
    • Corticosteroides: para tratar la insuficiencia adrenal que puede ocurrir debido a la apoplejía hipofisaria, se administran corticosteroides como dexametasona o hidrocortisona.
    • Soporte: hidratación intravenosa, corrección de desequilibrios electrolíticos y control de la presión intracraneal (PIC) si hay signos de edema cerebral.
    • Anticonvulsivos: si el paciente presenta convulsiones, se pueden administrar medicamentos anticonvulsivos.
    • Manejo de la hipertensión: si la hipertensión es un factor contribuyente, se deben utilizar medicamentos para controlarla.
  2. Tratamiento quirúrgico
    En algunos casos, especialmente si hay un tumor pituitario asociado, puede ser necesaria la cirugía para extirpar el tumor o reducir la presión sobre la glándula pituitaria. El enfoque quirúrgico más común es la hipofisectomía transfenoidal.
  3. Radioterapia
    En algunos casos, si la cirugía no es viable o el tumor no se puede extirpar completamente, la radioterapia puede ser una opción para reducir el tamaño del tumor pituitario y controlar los síntomas.

Pronóstico

El pronóstico de los animales con apoplejía hipofisaria depende de varios factores, como la gravedad de la hemorragia o el infarto, la rapidez del tratamiento y la causa subyacente (tumor o enfermedad vascular). Si se trata de una hemorragia por tumor pituitario, el pronóstico es variable y puede ser grave, especialmente si el tumor es maligno o si hay una insuficiencia hormonal significativa.

  • Pronóstico favorable: si se detecta y se trata rápidamente, con un adecuado control de la insuficiencia hormonal y la eliminación del tumor (si es posible), algunos animales pueden recuperar la función normal y vivir una vida relativamente normal.
  • Pronóstico reservado: si el daño hipofisario es extenso o el tumor es maligno, el pronóstico es generalmente reservado a largo plazo.

Hipofisectomía

Como hemos observado el tratamiento de elección en muchas de los desórdenes de la hipófisis es la resolución quirúrgica.

La hipofisectomía es una intervención quirúrgica delicada que implica la extirpación total o parcial de la glándula pituitaria. Aunque es un procedimiento común en medicina humana, su aplicación en medicina veterinaria es menos frecuente, pero puede ser una opción valiosa en casos específicos.

Es un procedimiento quirúrgico complejo que requiere una evaluación exhaustiva del paciente canino para identificar riesgos, asegurar la viabilidad de la intervención y planificar el manejo posoperatorio adecuado. Para ello, es necesario contar con un equipo quirúrgico altamente especializado que incluya un neurocirujano veterinario, anestesiólogo y personal capacitado para el manejo posoperatorio intensivo.

Indicaciones de la hipofisectomía en perros y gatos

Las indicaciones más comunes de este procedimiento, además del fracaso de la regulación mediante tratamiento de los desórdenes explicados anteriormente, son:

  • Tumores hipofisarios, como el adenoma hipofisario asociado con el síndrome de Cushing.
  • Trastornos hormonales graves que no responden al tratamiento farmacológico.
  • Control del crecimiento tumoral en casos de acromegalia, especialmente en gatos.

Evaluación previa del paciente antes de una hipofisectomía

Antes de realizar una hipofisectomía en un perro o gato, es esencial realizar una evaluación clínica completa para determinar la salud general del paciente y minimizar riesgos durante la cirugía. Las pruebas prequirúrgicas incluyen análisis de sangre, función renal, función hepática y pruebas hormonales específicas. Es importante evaluar los niveles de cortisol y ACTH para determinar si el paciente presenta un trastorno como el síndrome de Cushing.

La evaluación también incluye pruebas de imagen, como la resonancia magnética (RM) o tomografía computarizada (TC), para confirmar la presencia de un tumor hipofisario y evaluar su tamaño. Además, es importante para ubicar la localización exacta de la hipófisis en nuestro paciente, dada la gran variabilidad anatómica que podemos encontrar. La radiografía de tórax y los análisis de orina pueden ser necesarios para descartar comorbilidades. Una evaluación meticulosa es clave para reducir riesgos quirúrgicos y preparar al paciente para una recuperación más efectiva (tabla 1).

Tabla 1. Evaluación del paciente antes de una hipofisectomía.
Historia clínica completa:

  • Duración y progresión de los signos clínicos.
  • Síntomas asociados a disfunciones endocrinas (poliuria, polidipsia, letargo, debilidad muscular).
  • Evaluación de posibles signos neurológicos (desorientación, ceguera, convulsiones).
Examen físico general:

  • Evaluación cardiovascular y respiratoria.
  • Estado de hidratación, condición corporal y presencia de obesidad.
  • Examen neurológico completo para detectar déficits sensoriales o motores.
Pruebas de laboratorio:

  • Hemograma completo: identificación de anemia, infecciones o trastornos de coagulación.
  • Perfil bioquímico: evaluación de la función hepática y renal, electrolitos, glucosa y colesterol.
  • Pruebas hormonales: niveles de cortisol (prueba de estimulación con ACTH o supresión con dexametasona), evaluación de la función tiroidea (T4 libre y TSH), niveles de insulina y hormona del crecimiento si se sospecha acromegalia.
Estudios de imagen:

  • Resonancia magnética (RM): gold standard para evaluar el tamaño, localización y extensión del tumor hipofisario. Identificación de invasión a estructuras circundantes.
  • Tomografía computarizada (TC): alternativa en casos donde la RM no está disponible.
  • Radiografías torácicas: detección de metástasis o problemas pulmonares.
  • Ecocardiografía: para evaluar la función cardiaca en pacientes con sospecha de enfermedad cardiovascular.
Evaluación anestésica:

  • Determinación de la estabilidad del paciente para tolerar anestesia general.
  • Evaluación del riesgo anestésico según el sistema ASA (American Society Of Anesthesiologists).
  • Pruebas de coagulación (PT, APTT) para prevenir complicaciones hemorrágicas.

Procedimiento quirúrgico de la hipofisectomía en perros y gatos

La hipofisectomía es una intervención quirúrgica compleja que requiere un equipo veterinario especializado. El procedimiento implica la extirpación de la glándula pituitaria o parte de ella, generalmente a través de un abordaje transesfenoidal, es decir, en el espacio nasal caudal.

El proceso quirúrgico incluye una anestesia general debido a la complejidad del procedimiento y una técnica quirúrgica específica.

Preparación prequirúrgica

La preparación para el procedimiento quirúrgico consta de varios pasos:

  • Estabilización del paciente: colocación de catéter intravenoso, administración de glucocorticoides y ajuste de electrolitos según necesidad.
  • Monitorización cardiaca y manejo anestésico especializado.
  • Asepsia: desinfección del área quirúrgica, que incluirá el acceso transoral.
  • La colocación del paciente en la mesa de cirugía, en decúbito esternal con un soporte bucal para mantener la apertura oral necesaria. Es muy importante para el acceso a las estructuras implicadas.

Técnica quirúrgica

Existen dos abordajes principales en la hipofisectomía:

  • Abordaje transesfenoidal (el más común): se accede a la hipófisis a través del paladar blando, perforando el hueso esfenoides (imagen 1). El cirujano utiliza un microscopio quirúrgico o endoscopio para visualizar y extraer el tumor hipofisario de manera precisa (imagen 2 – clic para ampliar). Es ideal para tumores pequeños y bien localizados.
  • Abordaje transcraneal: no es el habitual y se emplea en el caso de masas de tamaño grande.
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Imagen 1. Paciente posicionado para un procedimiento de hipofisectomía mediante un abordaje transesfenoidal.

Imagen 2. Incisión en el paladar blando y localización del hueso esfenoides.

Aspectos importantes del procedimiento

En las imágenes 2-10 pueden verse algunos pasos del procedimiento quirúrgico. La imagen 11 refleja la TC de un perro antes y después de la intervención. (ver

Extracción de la glándula hipofisaria

  • Separación cuidadosa de la hipófisis del tejido cerebral circundante.
  • Uso de herramientas microquirúrgicas para evitar daño a estructuras vitales.
  • Control meticuloso de la hemorragia mediante cauterización o agentes hemostáticos.

Cierre quirúrgico

  • Reconstrucción del defecto óseo tras el abordaje transesfenoidal.
  • Cierre de tejidos blandos en capas, asegurando una correcta hemostasia.
  • Aplicación de suturas absorbibles.

Monitorización intraoperatoria

  • Control constante de signos vitales: presión arterial, frecuencia cardiaca, temperatura y nivel de saturación de oxígeno.
  • Monitorización del equilibrio hídrico debido a la posible aparición de diabetes insípida durante o después de la cirugía.

Imagen 3. Localización del hueso esfenoides y desperiostización en perro (3A) y gato (3B).

Imagen 4. Procedimiento de perforación del hueso esfenoides en perro.

Imagen 7. Eliminación de algunas porciones óseas para facilitar el abordaje a la hipófisis en perro.

TC de un paciente canino antes y después de la hipofisectomía.
Imagen 11. TC de un paciente canino antes y después de la hipofisectomía.

Posoperatorio inmediato

El posoperatorio marca el pronóstico del paciente. Es la fase más sensible del procedimiento, ya que se suceden una cascada de déficits hormonales, que requieren una suplementación exhaustiva y precisa y se ve acompañada de una compensación del organismo que necesita de una monitorización intensiva:

  • Hospitalización intensiva: constante durante al menos 48-72 horas.
  • Manejo del dolor: analgésicos opiáceos y antiinflamatorios seguros.
  • Corrección hormonal: administración de glucocorticoides y hormona tiroidea, además de control del equilibrio hidroelectrolítico.

Principales complicaciones potenciales

Existen algunas complicaciones que se deben tener en cuenta de cara al pronóstico y la preparación tras la intervención:

  • Hemorragia intracraneal: requiere intervención urgente.
  • Lesión de estructuras cerebrales cercanas.
  • Diabetes insípida: necesita manejo con desmopresina.
  • Hipocortisolismo y problemas hormonales posquirúrgicos: se controlan con terapia de reemplazo hormonal.
  • Infecciones: se previenen mediante un manejo aséptico y antibióticos profilácticos.

Cuidados a largo plazo tras hipofisectomía

Debido al déficit de la producción neuroendocrina de la glándula secretora, todos los pacientes requerirán una terapia hormonal sustitutiva de por vida (como la administración de glucocorticoides y hormona tiroidea) y monitorización permanente a cargo de un servicio endocrinólogo.

Tratamientos complementarios

En algunos casos es necesario el manejo multimodal en concomitancia con el procedimiento quirúrgico para obtener mejores resultados:

  • Tratamiento médico: administración de antagonistas de ACTH (terapia experimental en veterinaria) y uso de ketoconazol o trilostano para controlar síntomas en caso de disfunciones hormonales residuales.
  • Radioterapia: indicada para reducir el tamaño del tumor y aliviar la compresión neurológica.
  • Manejo sintomático: terapia antiepiléptica para controlar convulsiones y manejo de signos neurológicos y monitorización endocrina continua.

Pronóstico

El pronóstico es reservado y depende del tamaño del tumor, la respuesta a los tratamientos y el manejo efectivo de las complicaciones hormonales. La detección temprana y el tratamiento agresivo son claves para mejorar la calidad de vida del animal.

En muchos casos, la hipofisectomía mejora significativamente la calidad de vida del paciente.

La hipofisectomía en perros y gatos es una opción terapéutica válida para el manejo de ciertos tumores hipofisarios y trastornos hormonales graves. A pesar de sus desafíos, con un equipo veterinario especializado, puede ofrecer una nueva oportunidad de vida saludable para el animal.

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