Anestesia en perros geriátricos (I)

El perro geriátrico presenta un aumento significativo del riesgo perioperatorio, ya que tiene una mayor incidencia de complicaciones cardiovasculares, respiratorias, metabólicas y neurológicas. Por tanto, la categorización del paciente como geriátrico orienta la evaluación preanestésica, el plan anestésico, la monitorización intraoperatoria y los cuidados postoperatorios.
Anestesia de paciente geriátrico
Anestesia de paciente geriátrico

José Ignacio Redondo García
Doctor en Veterinaria, Máster en Métodos Avanzados de Estadística Aplicada
SEAAV, AAAVRA, SAVECH, AVEPA (GAVA), AVA, ECVAA (Elegible)
Catedrático de Anestesiología. Dpto. Medicina y Cirugía Animal
Universidad CEU Cardenal Herrera
Imágenes cedidas por el autor

El aumento en la esperanza de vida, gracias a los avances en cuidados preventivos, la alimentación, el diagnóstico precoz y tratamientos cada vez más eficaces, ha incrementado la frecuencia de procedimientos quirúrgicos y diagnósticos bajo anestesia en pacientes de edad avanzada. Por ello los clínicos necesitamos conocer las particularidades del paciente geriátrico, los cambios fisiológicos asociados al envejecimiento, las opciones farmacológicas disponibles y las estrategias más adecuadas para garantizar anestesias más seguras.

Definición de paciente geriátrico

Tradicionalmente se han considerado geriátricos los pacientes que estaban en el último tercio de la esperanza de vida media para la especie. Sin embargo, en perros no es tan sencillo determinar en qué momento ocurre esto. La variabilidad la esperanza de vida entre razas, el tamaño corporal, las predisposiciones genéticas y las condiciones clínicas inherentes a cada raza influyen en cuándo un animal entra en esta etapa de su vida. Este punto es crucial, ya que la categorización del paciente como geriátrico orienta la evaluación preanestésica, el plan anestésico, la monitorización intraoperatoria y los cuidados postoperatorios. La imagen 1 (clic para ampliar) presenta información sobre la esperanza de vida media para diversas razas caninas.

speranza de vida en perros de diferentes razas.
Imagen 1. Esperanza de vida en perros de diferentes razas. Imagen cedida por el autor.

En términos generales, las razas de mayor tamaño y peso suelen tener una esperanza de vida más corta que las razas pequeñas. Por ejemplo, un Gran Danés puede considerarse geriátrico a partir de los 5-6 años, mientras que un Chihuahua o un Yorkshire Terrier pueden no llegar a esta categoría hasta los 10 años o más. Esta brecha se fundamenta en factores genéticos y metabólicos: las razas grandes experimentan un envejecimiento fisiológico más acelerado, tienen mayor carga articular y suelen presentar cambios degenerativos tempranos en órganos internos.

En razas de tamaño mediano, como el Labrador Retriever o el Beagle, el umbral para considerarlos geriátricos puede oscilar entre los 7 y los 9 años. Sin embargo, incluso dentro de una misma raza pueden existir diferencias importantes en el envejecimiento: un Labrador con sobrepeso y predisposición a la artrosis, o con afecciones crónicas, podría exhibir cambios fisiológicos propios de un paciente geriátrico a una edad más temprana que otro en su normopeso y sin patologías crónicas.

Ciertas razas presentan mayor incidencia de enfermedades cardiacas, renales o endocrinas, que pueden manifestarse a edades relativamente más tempranas, haciendo que el perro se enfrente a problemas anestésicos de tipo “geriátrico” sin haber alcanzado la edad cronológica comúnmente considerada para esa categoría. Por ejemplo, el Cavalier King Charles Spaniel tiende a presentar enfermedades valvulares cardiacas precoces, mientras que el Schnauzer Miniatura puede desarrollar hiperlipidemia y pancreatitis a edades medias. Estos factores pueden alterar la reserva fisiológica del animal. Por ello quizá deberíamos considerarlos geriátricos antes y no basarnos solo en un la edad cronológica.

Las razas braquicéfalas, como el Bulldog Inglés, el Pug o el Bóxer, presentan conformaciones anatómicas que comprometen la función respiratoria desde etapas tempranas de la vida. Aunque no se las considere geriátricas por edad, sus limitaciones fisiológicas respiratorias las acercan al perfil de un paciente de alto riesgo anestésico que se asemeja a un geriátrico, debido a la menor capacidad de compensación frente al estrés quirúrgico y anestésico.

No solo la genética y la raza determinan el punto en que un perro puede considerarse geriátrico. El entorno, la nutrición, el nivel de actividad física y la atención veterinaria continuada desempeñan un papel relevante. Un perro de raza grande con un excelente control nutricional, ejercicio moderado y sin enfermedades crónicas puede retrasar la aparición de los cambios que lo vuelven un paciente geriátrico desde la perspectiva funcional, mientras que uno con sobrepeso, sedentario y con enfermedades concomitantes se verá “envejecido” mucho antes.

Fisiología del envejecimiento

La edad, en sí misma, no es una enfermedad, sino un proceso fisiológico. Sin embargo, el envejecimiento modifica la función de múltiples sistemas orgánicos, reduce las reservas fisiológicas y expone al organismo a una mayor prevalencia de enfermedades crónicas, frecuentemente subclínicas. Desde el punto de vista anestésico, el perro geriátrico presenta un aumento significativo del riesgo perioperatorio, ya que tiene una mayor incidencia de complicaciones cardiovasculares, respiratorias, metabólicas y neurológicas. Este incremento del riesgo no debe considerarse una contraindicación absoluta de la anestesia, sino un factor que exige una adaptación minuciosa de nuestras estrategias. Nuestro objetivo como anestesiólogos debe ser configurar protocolos anestésicos individualizados, guiados por una comprensión profunda de los cambios fisiológicos propios de la senescencia, y la implementación de una monitorización y soporte perioperatorios de alto nivel. La tabla 1 muestra un resumen de los cambios fisiológicos asociados al envejecimiento y que vamos a desarrollar a continuación.

Tabla 1. Cambios fisiológicos asociados al envejecimiento

Sistema Cambios fisiológicos
Sistema nervioso central Pérdida de neuronas y masa encefálica: disminuye la dosis de anestésicos requerida.
Mala visión y audición: genera estrés y problemas de manejo en la clínica.
Cambios de carácter y olvido tras anestesia.
Cardiovascular Frecuencia cardíaca basal disminuida.
Menor reserva cardíaca.
Atrofia miocárdica: disminución del grosor de la pared ventricular.
Pérdida de elasticidad vascular y rigidez arterial.
Fibrosis del endocardio y calcificación de válvulas. Predisposición a hipoxia e isquemia. Enlentecimiento de la circulación.
Respiratorio Capacidad pulmonar reducida.
Menor elasticidad de músculos respiratorios y pared torácica.
Volumen de reserva máximo disminuido.
Estrechamiento de los bronquiolos.
Elasticidad alveolar reducida. Disminución de reflejos tusígeno y ciliar.
Hígado Masa hepática reducida.
Flujo hepático reducido.
Metabolismo de fármacos enlentecido.
Riñón Masa renal reducida.
Filtración glomerular disminuida.
Capacidad para corregir desequilibrios hidroelectrolíticos menor.
Menor tolerancia a cambios de volumen.
Composición corporal Reducción de masa muscular.
Reducción de grasa corporal.
Reducción de agua intracelular.
Metabolismo Metabolismo disminuido.

Sistema nervioso central

Con la edad, el cerebro experimenta una pérdida gradual de neuronas y masa encefálica, lo que se traduce en una menor actividad metabólica y una sensibilidad alterada a ciertos fármacos, incluidos los anestésicos. En términos prácticos, un perro geriátrico suele requerir dosis más bajas de anestesia para lograr el mismo nivel de sedación, analgesia o hipnosis que uno más joven. Si no se ajustan las dosis adecuadamente, existe el riesgo de sobredosis, con consecuencias potencialmente graves como depresión cardiovascular y respiratoria. Por ello, la evaluación preoperatoria debe incluir una valoración neurológica y un ajuste cuidadoso de las dosis, teniendo siempre presente que la “fragilidad cerebral” de estos pacientes los hace más vulnerables.

Muchos perros mayores presentan deterioro de la visión y la audición. Esta situación puede generar confusión y ansiedad durante la estancia en la clínica, sobre todo cuando el animal se enfrenta a un entorno desconocido, con ruidos y estímulos inesperados. El resultado es un paciente más estresado, miedoso y difícil de manejar, lo que no solo complica la inducción y mantenimiento de la anestesia, sino que puede aumentar el riesgo de accidentes o conductas defensivas. Para mitigar este problema, el personal veterinario debe procurar un manejo amable y paciente, ofrecer ambientes con menos estímulos sensoriales y asegurar que el proceso sea lo más tranquilo y predecible para el animal.

El envejecimiento cerebral no solo altera la sensibilidad a la anestesia, sino también la conducta y la memoria. Un perro geriátrico puede volverse más irritable, apático o incluso mostrar conductas agresivas después de un procedimiento anestésico. Del mismo modo, la recuperación anestésica puede intensificar la desorientación y el olvido, generando que el animal tarde más en reconocer su entorno, a sus cuidadores o en retomar sus rutinas. Estos cambios de carácter pueden ser temporales, pero conviene informar al propietario para que entienda que su animal puede necesitar más tiempo para recuperarse, así como un ambiente tranquilo y familiar que facilite la readaptación tras el procedimiento. Un buen manejo postoperatorio, con monitorización del estado mental del paciente, ayuda a minimizar el impacto de estos cambios y contribuye a una recuperación más rápida y segura.

Cambios cardiovasculares

La función cardiovascular del perro geriátrico se caracteriza por una disminución progresiva de la reserva cardiaca. Estos pacientes tienen una frecuencia cardiaca ligeramente elevada en reposo, como intento de compensar el deterioro de la función cardiovascular. Esta respuesta refleja un esfuerzo del organismo por mantener un gasto cardiaco adecuado a pesar de la reducción en la eficiencia del corazón y el sistema vascular.

A medida que el corazón envejece, se vuelve menos capaz de aumentar significativamente su función ante situaciones de estrés, como la anestesia o la cirugía. Esta disminución de la reserva cardiaca limita la capacidad del perro mayor para adaptarse a cambios en la demanda de oxígeno y flujo sanguíneo, incrementando el riesgo de inestabilidad hemodinámica durante el procedimiento.

El miocardio puede presentar atrofia con la edad, perdiendo contractilidad. Como consecuencia, el corazón disminuye el volumen latido, reduciendo el gasto cardiaco. Esto dificulta el mantenimiento de una adecuada perfusión tisular, especialmente bajo los efectos depresores de los anestésicos, y puede provocar hipotensión y perfusión inadecuada de órganos vitales.

Los vasos sanguíneos pierden flexibilidad con el envejecimiento. Esta rigidez reduce la capacidad del sistema vascular para adaptarse a cambios en el volumen y la presión, provocando alteraciones en la precarga y la poscarga cardiaca. Hay un control menos eficiente de la presión arterial, lo que favorece la aparición de hipotensión durante la anestesia, especialmente si la volemia o la contractilidad ya están comprometidas.

Los procesos degenerativos en las estructuras valvulares, como la fibrosis y la calcificación, provocan insuficiencias valvulares que comprometen la hemodinamia. La regurgitación de sangre a través de las válvulas dañadas exige mayor esfuerzo del corazón, contribuyendo a la aparición de insuficiencia cardiaca. Bajo anestesia, la insuficiencia valvular complica el control del volumen circulante y la estabilidad de la presión arterial.

La menor eficiencia del sistema cardiovascular, sumada a cambios en la conducción eléctrica del corazón, incrementa el riesgo de hipoxia del miocardio. Un suministro de oxígeno reducido o inconstante puede generar arritmias y alteraciones en el ritmo cardíaco. Durante la anestesia, esto exige una monitorización rigurosa y, a menudo, la selección de fármacos con menor impacto negativo sobre la conducción y la oxigenación del músculo cardiaco.

El deterioro global de la función circulatoria implica que los fármacos administrados tarden más en alcanzar concentraciones efectivas en los órganos diana. Esto se traduce en un retraso para el inicio de la acción anestésica, lo que hace más impredecible el momento de inducción y el ajuste de las dosis. Por ello, se requiere paciencia y cautela al dosificar agentes anestésicos y monitorizar la respuesta del paciente geriátrico, evitando sobredosificaciones y reacciones adversas.

Función respiratoria

En el perro geriátrico, la capacidad pulmonar total se ve reducida. A medida que los pulmones pierden elasticidad y las estructuras torácicas se vuelven más rígidas, resulta más difícil expandir el tórax y, por tanto, obtener una ventilación óptima. Hay un aumento del riesgo de hipoventilación durante la anestesia, sobre todo bajo los efectos de fármacos que deprimen la función respiratoria.

Los músculos intercostales y el diafragma, responsables de la mecánica respiratoria, también pierden elasticidad y fuerza con la edad. Esta reducción en su función limita la eficacia de la respiración espontánea, lo que dificulta la adaptación a situaciones de estrés, como la anestesia y la cirugía. Como consecuencia, el paciente geriátrico puede requerir asistencia ventilatoria o dosis menores de anestésicos para evitar depresión excesiva de la función respiratoria.

El volumen de reserva minuto, que permite al perro aumentar su ventilación en respuesta a la demanda, se ve disminuido en animales viejos. Esta pérdida de reserva provoca que cualquier factor que altere el patrón respiratorio (como la anestesia, la sedación profunda o la manipulación quirúrgica) pueda desencadenar hipoventilación y disminución del aporte de oxígeno, poniendo en riesgo la oxigenación y el intercambio gaseoso.

Con la edad también se produce un estrechamiento progresivo de las vías aéreas más pequeñas, por lo que aumenta la resistencia al flujo de aire. Esto causa una ventilación menos eficiente y una mayor predisposición a la retención de secreciones, atelectasias y colapso alveolar. Durante la anestesia, estas condiciones dificultan el mantenimiento de una oxigenación adecuada y exigen una monitorización y un manejo ventilatorio más rigurosos.

La pérdida de elasticidad en los alvéolos afecta a su capacidad de expandirse y contraerse de forma óptima, de manera que se reduce la superficie de intercambio gaseoso. Como resultado, el perro geriátrico presenta una menor eficiencia en la oxigenación de la sangre y la eliminación de dióxido de carbono, un factor que se agrava durante la anestesia debido a la depresión del centro respiratorio y la reducción del tono de la musculatura respiratoria.

Por último, la disminución de los reflejos protectores en la laringe y la faringe (encargados de impedir que líquidos y alimentos penetren en las vías respiratorias) aumenta el riesgo de aspiración. Esto es especialmente relevante durante la inducción anestésica, la extubación o en el periodo posoperatorio temprano, ya que la anestesia deprime aún más estos reflejos. Una aspiración de contenido gástrico puede provocar neumonía por aspiración, complicando el posoperatorio y comprometiendo la recuperación del paciente.

Función hepática

Con el envejecimiento, el hígado pierde volumen y masa funcional. Esta reducción en el tejido hepático implica un menor número de hepatocitos activos y, por tanto, menor capacidad para llevar a cabo sus funciones metabólicas y de detoxificación con la misma eficiencia que en un animal joven.

Además de la pérdida de masa, el flujo sanguíneo que llega al hígado suele verse reducido en el animal geriátrico. Con menor perfusión, el suministro de oxígeno y nutrientes a los hepatocitos se hace insuficiente, lo que impacta aún más en la función hepática global. Este menor flujo también retrasa la eliminación de fármacos y sustancias tóxicas de la circulación, aumentando la probabilidad de acumulación.

La combinación de menor masa hepática y reducción del flujo sanguíneo deriva en un metabolismo más lento de los fármacos. El hígado es el órgano que metaboliza la mayoría de los anestésicos y otros medicamentos utilizados durante la anestesia, y su menor eficiencia hace que los fármacos permanezcan más tiempo en el organismo. Como resultado, un perro geriátrico puede responder de forma prolongada o exagerada a dosis consideradas normales en un animal más joven, lo que incrementa el riesgo de depresión excesiva de la función cardiorrespiratoria, sedación prolongada o toxicidad. Por ello, es fundamental ajustar las dosis, elegir fármacos con perfiles más seguros y monitorizar estrechamente al paciente antes, durante y después de la anestesia, para asegurar una recuperación óptima.

Función renal

A medida que el perro envejece, la masa renal funcional también se reduce gradualmente. Esta pérdida de tejido renal sano implica un menor número de nefronas activas, lo que limita la capacidad global del riñón para realizar sus funciones de filtración, reabsorción y excreción.

La reducción en el número y la calidad de las nefronas lleva a una menor filtración glomerular. Esto significa que los desechos metabólicos, electrolitos y fármacos permanecen más tiempo en la circulación, aumentando el riesgo de acumulación y de toxicidad, sobre todo en presencia de agentes anestésicos y otros medicamentos administrados en la anestesia.

Un riñón envejecido posee menos habilidad para responder a las fluctuaciones en la carga de solutos, el balance hídrico o las variaciones en la presión arterial. Esta menor capacidad de ajuste favorece la aparición de deshidratación, desequilibrios electrolíticos o acidosis, y dificulta la recuperación del paciente si se producen alteraciones metabólicas durante la anestesia o el posoperatorio.

El riñón anciano se ve más afectado por episodios de hipotensión, hipovolemia o reducciones rápidas en la perfusión sanguínea, situaciones que pueden presentarse durante el procedimiento anestésico. La menor tolerancia a estas alteraciones incrementa el riesgo de daño renal agudo y complicaciones posoperatorias, obligando al equipo veterinario a monitorizar la presión arterial, el equilibrio de fluidos y la función renal con especial cuidado en el perro geriátrico.

Composición corporal

Con la edad, la masa muscular tiende a reducirse, un proceso conocido como sarcopenia. Menos músculo implica menor capacidad para soportar el esfuerzo físico, menor soporte metabólico y una disminución en la reserva proteínica general. Esto puede tener implicaciones anestésicas, ya que el metabolismo de fármacos y su distribución por los tejidos también se ven alterados, potenciando en algunos casos la acción de ciertos anestésicos y aumentando la fragilidad global del paciente ante intervenciones quirúrgicas.

Aunque la obesidad es frecuente en animales de compañía, en el perro anciano es común una redistribución y, a menudo, una disminución de la grasa corporal total. La reducción en los depósitos grasos altera el volumen de distribución de los fármacos lipofílicos. Estos medicamentos, que normalmente se redistribuirían hacia el tejido adiposo, permanecen más tiempo en circulación si este tejido escasea, de manera que se puede intensificar su acción o prolongar su efecto. Además, una menor reserva de grasa disminuye la capacidad del paciente para afrontar periodos de ayuno o estrés metabólico.

El envejecimiento conlleva una reducción del contenido hídrico total del cuerpo, tanto a nivel extracelular como intracelular. Un menor volumen de agua intracelular puede influir en la distribución y concentración de ciertos anestésicos y electrolitos. Además, la menor hidratación de los tejidos implica una capacidad reducida para mantener la homeostasis frente a cambios bruscos, de forma que aumenta la susceptibilidad a desequilibrios ácido-base o alteraciones electrolíticas. Esto se convierte en un factor crítico a la hora de administrar fluidos perioperatorios y ajustar las dosis de fármacos que dependen en parte del volumen de distribución.

Metabolismo

En los perros geriátricos el metabolismo basal se vuelve más lento. Esta reducción implica que el organismo consume menos energía en reposo y la capacidad para procesar nutrientes, fármacos y toxinas se ve alterada. A nivel anestésico, un metabolismo más lento contribuye a la prolongación del efecto de ciertos agentes, ya que se tarda más en eliminarlos. Por ello, es necesario ajustar las dosis y prever que la recuperación de la anestesia pueda ser más prolongada. Además, un metabolismo reducido implica una menor capacidad de respuesta ante situaciones de estrés, lo que hace que el paciente mayor sea más sensible a cambios en la homeostasis durante la cirugía y el posoperatorio.

La capacidad de los perros ancianos para regular su temperatura corporal se ve comprometida. Presentan una mayor dificultad para generar calor y conservar su temperatura, debido en parte a la menor masa muscular, la reducción de la reserva de grasa y el metabolismo basal disminuido. Durante la anestesia, este problema se agrava, ya que los anestésicos alteran los mecanismos termorreguladores, reduciendo la respuesta a la hipotermia. En un ambiente frío, es fácil que un perro geriátrico desarrolle hipotermia, lo cual complica la anestesia, ralentiza la recuperación, afecta a la coagulación sanguínea y retrasa la cicatrización de las heridas. Para contrarrestar esto, es fundamental el uso de técnicas de calentamiento activo y pasivo, la monitorización continua de la temperatura y la implementación de protocolos que minimicen la pérdida de calor durante el procedimiento.

Bibliografía

  1. Baetge, C. L., & Matthews, N. S. (2012). Anesthesia and Analgesia for Geriatric Veterinary Patients. Veterinary Clinics of North America: Small Animal Practice, 42(4), 643–653. https://doi.org/10.1016/j.cvsm.2012.05.001
  2. Blackmon, N. (2015). Anesthetic Considerations for Geriatric Dogs. Clinician’s Brief, 1–3.
  3. Carotenuto, A. M., Ravasio, G., Fonda, D., & Stefanello, D. (2011). Proximal mandibular nerve block, using electrolocation, for rostral mandibulectomy in a geriatric dog. The Canadian Veterinary Journal, 52(5), 515–518. https://europepmc.org/articles/PMC3078005
  4. Egenvall, A., Bonnett, B. N., & Häggström, J. (2005). Mortality in over 350,000 insured Swedish dogs from 1995–2000: I. Breed-, gender-, age-, and cause-specific rates. Acta Veterinaria Scandinavica, 46(3), 105–120. https://doi.org/10.1186/1751-0147-46-105
  5. Hughes, J. M. L. (2008). Anaesthesia for the geriatric dog and cat. Irish Veterinary Journal, 61(6), 380. https://doi.org/10.1186/2046-0481-61-6-380
  6. Joubert, K. E. (2007). Pre-anaesthetic screening of geriatric dogs. Journal of the South African Veterinary Association, 78(1), 31–35. https://doi.org/10.4102/jsava.v78i1.283
  7. KuKanich, B. (2012). Geriatric Veterinary Pharmacology. Veterinary Clinics of North America: Small Animal Practice, 42(4), 631–642. https://doi.org/10.1016/j.cvsm.2012.04.007
  8. Metzger, F. L., & Rebar, A. H. (2012). Clinical Pathology Interpretation in Geriatric Veterinary Patients. Veterinary Clinics of North America: Small Animal Practice, 42(4), 615–629. https://doi.org/10.1016/j.cvsm.2012.04.004
  9. Meurs, K., Miller, M., Slater, M., & Glaze, K. (2000). Arterial blood pressure measurement in a population of healthy geriatric dogs. Journal of the American Animal Hospital Association, 36(6), 497–500. https://doi.org/10.5326/15473317-36-6-497
  10. Michell, A. R. (1999). Longevity of British breeds of dog and its relationships with sex, size, cardiovascular variables and disease. Veterinary Record, 145(23), 625–629. https://doi.org/10.1136/vr.145.22.625
  11. O’Neill, D. G., Seah, W. Y., Church, D. B., Thomson, P. C., & Brodbelt, D. C. (2017). Demography and disorders of the Rottweiler breed in the UK. Canine Genetics and Epidemiology, 4, 13. https://doi.org/10.1186/s40575-017-0051-7
  12. O’Neill, D. G., Church, D. B., McGreevy, P. D., Thomson, P. C., & Brodbelt, D. C. (2013). Longevity and mortality of owned dogs in England. The Veterinary Journal, 198(3), 638–643. https://doi.org/10.1016/j.tvjl.2013.09.020
  13. Redondo, J. I., Otero, P. E., Martínez‐Taboada, F., Doménech, L., Hernández‐Magaña, E. Z., & Viscasillas, J. (2024). Anaesthetic mortality in dogs: A worldwide analysis and risk assessment. Veterinary Record, 195, e3604. https://doi.org/10.1002/vetr.3604
  14. Redondo JI, Suesta P, Serra I, Soler C, Soler G, Gil L, Gómez-Villamandos RJ. Retrospective study of the prevalence of postanaesthetic hypothermia in dogs. Vet Rec (2012) 171:374. doi: https://doi.org/10.1136/vr.100476
  15. Redondo JI, Rubio M, Soler G, Serra I, Soler C, Gómez‐Villamandos RJ. Normal values and incidence of cardiorespiratory complications in dogs during general anaesthesia. A review of 1281 cases. J Vet Medicine Series A (2007) 54:470-477. doi: https://doi.org/10.1111/j.1439-0442.2007.00987.x
  16. Redondo-García, J., López-Castillo, J., Marti-Scharfhausen-Sánchez, R., Bilbao-Castro, I., Costa-Farré, C., Castilla-Castillo, C., Sánchez-López, A., Gaínza-Gaínza, L., Cañón-Pérez, A., Martínez-Albiñana, A. et al. (2023). Mortalidad anestésica en perros en España. Resultados del proyecto COMPLRED. Clínica Veterinaria de Pequeños Animales, 43(4), 247–260.
  17. Sández, I., Redondo, J.I., Donati, P.A., Gómez. J. Haemodynamic effects of pimobendan during general anaesthesia in healthy senior dogs: A prospective, randomised, triple-blinded, placebo-controlled clinical study. Animals (2023) 13:2110. doi: http://doi.org/10.3390/ani13132110

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Artículos relacionados

SUSCRÍBETE a nuestrA NEWSLETTER

Más Popular

Scroll al inicio
cropped AF Balto logo azul.png
Esta web ofrece contenido técnico. ¿Es usted veterinario/a?
Informativo para veterinarios especializados en animales de compañía