Eva Zoe Hernández Magaña
Profesora Colaboradora – Departamento de Medicina y Cirugía Animal-Facultad Veterinaria
Universidad CEU Cardenal Herrera
Imágenes cedidas por la autora
Si comparamos con los datos de humana, ¿cuál es la situación de la mortalidad perianestésica en veterinaria?
La disparidad es abrumadora. En medicina humana, la mortalidad anestésica es de 1 en 100.000 procedimientos. En veterinaria, según los estudios más recientes de Nacho Redondo, la tasa en perros es del 0,69 % (1 de cada 145) y en gatos del 0,63 % (1 de cada 159). Es decir, el riesgo en animales es cientos de veces mayor.
Pero, más allá de conocer estos valores, lo verdaderamente relevante es identificar los factores de riesgo que contribuyen a la mortalidad y, a partir de ahí, desarrollar estrategias de prevención. Uno de los hallazgos más importantes en estos estudios es que el 81% de las muertes ocurre en el posoperatorio en perros y el 75% en gatos. Se puede decir en general que la gran mayoría de las muertes se produce en el posoperatorio. Este dato es fundamental porque redefine dónde debemos enfocar nuestros esfuerzos para reducir la mortalidad. Mejorar la monitorización postanestésica y aplicar protocolos específicos para la recuperación pueden marcar la diferencia.
En los estudios realizados al respecto, ¿existe un criterio uniforme para definir qué es exactamente la mortalidad perianestésica?
No, y esta falta de consenso es uno de los mayores límites en el estudio de la mortalidad anestésica. Dependiendo del criterio utilizado, la mortalidad perianestésica puede referirse solo a las muertes ocurridas durante la anestesia, incluir las primeras horas o días posoperatorios, o incluso extenderse a semanas. Algunos estudios incluyen en el índice de mortalidad anestésica muertes que ocurren solo con sedación o incluso aquellas en las que la muerte es por eutanasia.
Esta variabilidad impacta directamente en los resultados. En gatos, por ejemplo, encontramos tasas reportadas que van desde el 0,24 % hasta el 5,80 %, una diferencia enorme que no refleja necesariamente una variación real en el riesgo anestésico, sino diferencias en la metodología de clasificación de esta mortalidad. Sin una definición estandarizada, comparar estudios y evaluar estrategias preventivas se convierte en algo muy complejo.
Tu tesis gira en torno a este concepto. ¿En qué se centra tu investigación?
Mi tesis, Desarrollo y validación de una herramienta diagnóstica para la clasificación de la mortalidad perianestésica en perros y gatos, busca establecer un sistema objetivo y reproducible para clasificar las muertes anestésicas con una utilidad clínica.
Pero antes de desarrollar una herramienta de clasificación, debemos definir con precisión qué consideramos “mortalidad perianestésica”. Como dijo Marlene Dietrich: “Para avanzar un paso, a veces hay que retroceder dos”. Antes de construir una metodología sólida, necesitamos llegar a un consenso sobre qué muertes realmente deben atribuirse a la anestesia y cuáles no. Sin esta base, cualquier intento de reducir la mortalidad se vería comprometido por la falta de datos comparables.
Mi objetivo es cambiar esto. No podemos reducir algo que no sabemos medir ni identificar con precisión. La clave para avanzar en anestesiología veterinaria no está solo en aplicar nuevas técnicas, sino en tener una comprensión clara y estandarizada de los riesgos que enfrentamos. Una vez consigamos unificar criterios, podremos generar datos más fiables y desarrollar un algoritmo que permita clasificar la mortalidad anestésica. Este algoritmo será validado con casos clínicos reales. No se trata solo de describir el problema, sino de crear un sistema que realmente ayude a reducir la mortalidad y a mejorar la seguridad anestésica en la práctica clínica.
Acabáis de publicar la primera fase de vuestro estudio. ¿En qué ha consistido y qué resultados habéis obtenido?
Hemos analizado cómo diferentes anestesiólogos clasifican las muertes perianestésicas. Solo en un 14 % de los casos hubo unanimidad en la clasificación. Este hallazgo confirma nuestra hipótesis: no hay un consenso a la hora de identificar la mortalidad anestésica. Si ni siquiera los expertos logran ponerse de acuerdo, significa que el concepto de mortalidad perianestésica es demasiado ambiguo. Y sin una definición clara y homogénea, cualquier intento de reducir la mortalidad mediante estrategias basadas en datos será inconsistente.
¿En qué consistirá la segunda fase?
Aplicaremos el método Delphi, una técnica ampliamente utilizada para alcanzar consensos en temas complejos, cuyo nombre proviene del Oráculo de Delfos, en referencia a su objetivo de obtener respuestas fundamentadas a través de la consulta a expertos. A través de varias rondas de cuestionarios estructurados, un grupo de expertos anestesiólogos afinará progresivamente sus respuestas hasta alcanzar una definición común. Es un proceso largo, pero es el camino para seguir avanzando, y personalmente, estoy muy entusiasmada con este proyecto.
¿Quiénes pueden participar en el estudio y cómo pueden hacerlo?
Se contará con la participación de anestesiólogos veterinarios expertos y especialistas, incluyendo miembros de SEAAV (Sociedad Española de Anestesia y Analgesia Veterinaria) y otras asociaciones científicas, como la AAAVRA de Argentina o la SAVECH de Chile. Su contribución será clave y crucial para establecer un consenso. Para garantizar que la definición sea aplicable en distintos entornos, se incluirán profesionales de hospitales universitarios, clínicas privadas y centros de referencia.

A veces es difícil anticipar cómo afectarán los resultados de una investigación a la clínica diaria. ¿Podríais explicar los beneficios que tendrá?
Nuestro objetivo final es desarrollar y validar una herramienta diagnóstica que permita clasificar la mortalidad perianestésica en perros y gatos de manera precisa. Clínicamente, esta herramienta responderá una pregunta fundamental en cada caso de fallecimiento bajo anestesia: ¿este paciente seguiría vivo si no se hubiera anestesiado? Es decir, permitirá identificar si la anestesia fue un factor determinante en la muerte del animal o si su fallecimiento se debió a otra causa. Y esto es clave, porque al comprender mejor por qué ocurre la mortalidad anestésica, podremos diseñar estrategias efectivas para reducirla y evitar que se repita.