José Ignacio Redondo García
Doctor en Veterinaria, Máster en Métodos Avanzados de Estadística Aplicada
SEAAV, AAAVRA, SAVECH, AVEPA (GAVA), AVA, ECVAA (Elegible)
Catedrático de Anestesiología. Dpto. Medicina y Cirugía Animal
Universidad CEU Cardenal Herrera
Protocolo anestésico
Un protocolo anestésico incluye la premedicación anestésica, la inducción, el mantenimiento y los fármacos empleados en la recuperación. Las dosis de los principales fármacos sedantes, analgésicos e hipnóticos se muestran en la tabla 1.
Tabla 1. Dosis aconsejadas en perros geriátricos. | ||
Fármaco | Dosis | Comentarios |
Midazolam | 0,1–0,3 mg/kg IV o IM | Reducir dosis en caso de disfunción hepática o debilidad marcada. |
Diazepam | 0,2–0,5 mg/kg IV | Administrar lentamente para evitar hipotensión; ajustar la dosis en geriátricos o enfermos hepáticos. |
Acepromacina | 0,005–0,02 mg/kg IV, IM o SC | Especial precaución en hipotensos o en tratamiento con vasodilatadores; utilizar la dosis más baja en geriátricos. |
Medetomidina | 5–10 µg/kg IM o IV | Titulada a la baja en pacientes con disfunción cardiaca; monitorizar estrictamente la frecuencia cardiaca y la presión arterial. |
Dexmedetomidina | 1–3 µg/kg IM o IV en premedicación. 0,5-1 µg/kg IV en recuperación | Dosis reducidas en cardiópatas; vigilar la frecuencia cardiaca y la presión arterial de forma continua. |
Trazodona | 3–10 mg/kg PO cada 8–12 h | Administrar 1-2 horas antes de la visita para reducir ansiedad; vigilar sedación excesiva en pacientes cardiópatas o con disfunción hepática. |
Gabapentina | 10-20 mg/kg PO | Administrar aproximadamente 1-3 horas antes de la visita. |
Pregabalina | 2–5 mg/kg PO cada 8–12 h | Ansiolítico y coadyuvante analgésico; monitorizar sedación y función renal, especialmente en animales con insuficiencia renal crónica. |
Metadona | 0,1-0,3 mg/kg IV, IM, SC cada 4-6 horas | Iniciar en el rango inferior para evitar depresión respiratoria grave. |
Morfina | 0,2-0,5 mg/kg IM o SC cada 4-6 horas | Precaución debido a su metabolismo hepático y a la posibilidad de acumulación en casos de insuficiencia renal. |
Petidina | 2-5 mg/kg IM o SC cada 2-4 horas | Ajustar la dosis por riesgo de acumulación y toxicidad; evitar en insuficiencia hepática o renal grave. |
Fentanilo | 2-10 µg/kg IV como bolo inicial, seguido de infusión continua a 2-5 µg/kg/h. | La depresión respiratoria puede ser más pronunciada en perros geriátricos, especialmente si se usa en combinación con otros sedantes o anestésicos. |
Butorfanol | 0,1–0,3 mg/kg IV, IM o SC | Analgesia moderada y sedación suave; dosis bajas si hay hipovolemia o riesgo respiratorio. |
Buprenorfina | 0,01–0,04 mg/kg IV, IM o SC | Ajustar la dosis en insuficiencia renal o hepática; efecto analgésico prolongado. |
Carprofeno | 4 mg/kg/24 h o 2 mg/kg/12 horas PO, SC o IV | Evaluar la función renal y hepática del animal antes de su administración, ya que los perros mayores pueden tener mayor susceptibilidad a efectos adversos. |
Meloxicam | Dosis inicial: 0,2 mg/kg el primer día. Dosis de mantenimiento: 0,1 mg/kg una vez al día. PO, SC o IV | Es fundamental evaluar la función renal y hepática del animal antes de su administración, ya que los perros mayores pueden tener mayor susceptibilidad a efectos adversos. |
Robenacoxib | 1-2 mg/kg/24 h PO o SC | Hasta 3 días para administración subcutánea; uso crónico bajo supervisión veterinaria para administración oral. |
Propofol | Inducción: 2–4 mg/kg IV en bolo lento. Infusión: 0,3-0,5 mg/kg/min IV | Reducir la dosis habitual en un 25–50 % si existe hipotensión o hipovolemia. |
Alfaxalona | Bolo: 1–2 mg/kg IV. Infusión: 0,03-0,1 mg/kg/min IV | Valorar reducir a la mitad la dosis en perros con patologías cardiovasculares o muy ancianos. |
Isoflurano | Concentración alveolar mínima (CAM) 1,2–1,3 % en perros jóvenes | Se recomienda reducir hasta un 10–20 % en geriátricos. |
Sevoflurano | CAM 2,2–2,4 % en perros jóvenes | Aconsejable reducir hasta un 10–20 % en geriátricos. |
Premedicación
El objetivo no es solo lograr una adecuada sedación y analgesia, sino también minimizar el impacto hemodinámico, reducir el estrés, optimizar la estabilidad del paciente y garantizar una inducción anestésica y un mantenimiento más seguros. La elección y el ajuste de la premedicación anestésica en el perro geriátrico deben responder a las alteraciones fisiológicas propias de la edad, así como a la presencia de comorbilidades.
Consideraciones generales
- Dosis reducidas: debido a la disminución en el metabolismo hepático, la filtración renal y los cambios en la composición corporal (menos masa muscular, menor contenido acuoso y grasa alterada), las dosis de sedantes y analgésicos suelen requerir ajustes a la baja.
- Tolerancia hemodinámica y ventilatoria: los fármacos deben seleccionarse considerando la menor reserva cardiovascular y respiratoria. Así, se priorizan aquellos con menor incidencia de hipotensión, depresión respiratoria o bradicardia grave.
- Inicio de acción y duración: la reducción en el flujo sanguíneo a órganos clave, así como la menor capacidad metabólica, pueden prolongar la acción de ciertos fármacos. Por ello, conviene usar agentes con perfiles farmacocinéticos y farmacodinámicos predecibles, y administrar dosis conservadoras, aumentando paulatinamente según la respuesta del paciente.
- Control del estrés y la ansiedad: la mala visión y audición, la reducción de los reflejos protectores y posibles cambios de carácter convierten al perro geriátrico en un paciente más sensible al estrés clínico. Una premedicación suave pero efectiva ayuda a reducir la ansiedad, facilitar el manejo y mejorar la calidad de inducción anestésica.
Sedantes y tranquilizantes
El control de la ansiedad en las fases previa y posterior al procedimiento, incluso antes de la llegada del perro a la clínica, contribuye a disminuir la respuesta al estrés y los requerimientos de anestésicos y analgésicos.
Trazodona, gabapentina y pregabalina
El uso de trazodona en perros se ha descrito como una herramienta valiosa para reducir la ansiedad ligada al ambiente hospitalario y a la ansiedad por separación. La trazodona ejerce una acción ansiolítica y aporta una sedación moderada sin un efecto depresor cardiovascular intenso, por lo que en muchos casos se recomienda su administración oral en casa, de forma previa a la visita al centro veterinario.
De manera análoga, la pregabalina, habitualmente indicada como modulador del dolor neuropático, también posee propiedades ansiolíticas que pueden ser de utilidad en perros con temor marcado al manejo o con estrés sostenido durante la hospitalización. La pregabalina se ha utilizado con éxito para atenuar la ansiedad y mejorar la tolerancia de los animales a la manipulación y a las estancias prolongadas en la clínica, sin que se produzca un efecto depresor respiratorio o cardiovascular significativo cuando se respeta la dosis recomendada.
La gabapentina se ha empleado también como ansiolítico en perros que presentan ansiedad situacional antes de una consulta veterinaria. Con una acción leve a moderada y un perfil de seguridad favorable, la gabapentina se administra generalmente entre 1 y 3 horas antes de la visita, reduciendo los niveles de estrés sin causar sedación excesiva. Es particularmente útil en perros geriátricos o con condiciones médicas preexistentes, debido a su bajo impacto sobre el sistema cardiovascular. Sin embargo, requiere un ajuste cuidadoso de la dosis en animales con insuficiencia renal para evitar la acumulación del fármaco.
Benzodiazepinas
El diazepam o el midazolam son tranquilizantes que causan escasa depresión cardiovascular y respiratoria, por lo que resultan una buena opción en geriátricos frágiles. A menudo, su efecto sedante puede ser leve o producir excitación paradójica si se emplean solos, por lo que se suelen combinar con un opioide. Su metabolismo puede prolongarse en animales con enfermedad hepática, por lo que las dosis deben ser ajustadas. Tienen un antagonista específico, el flumacenilo.
Fenotiacinas
La acepromacina es un sedante fenotiacínico con acción prolongada que produce vasodilatación y puede disminuir la presión arterial. En perros viejos, especialmente los que reciben IECA, bloqueantes de canales de calcio o pimobendán, se debe usar con extrema cautela y a dosis muy bajas para evitar hipotensión grave. No ofrece analgesia, por lo que se deben combinar con analgésicos opioides en procedimientos dolorosos. Su uso debe estar bien ponderado ante la menor capacidad de compensación cardiovascular del geriátrico.
Agonistas alfa2
La medetomidina o la dexmedetomidina ofrecen buena sedación y analgesia, pero suelen producir bradicardia, disminución del gasto cardiaco y vasoconstricción, lo que puede ser problemático en el paciente geriátrico con menor reserva cardiovascular. Su uso no está contraindicado, pero debe ser muy cuidadoso, empleando dosis reducidas y monitorización hemodinámica precisa. Tienen antagonista: el atipamezol, lo que les da un plus de seguridad.
Analgésicos
Otro aspecto relevante es el manejo del dolor perioperatorio en el paciente geriátrico. La presencia de osteoartritis, enfermedades neoplásicas y otros procesos degenerativos hace que el control del dolor no solo sea una obligación ética, sino también un factor que repercute en la calidad del despertar y la recuperación funcional.
La analgesia multimodal combina opioides puros o agonistas parciales con antiinflamatorios no esteroideos (cuando la función renal y gastrointestinal lo permitan), ketamina a dosis subanestésicas, lidocaína endovenosa, gabapentinoides o bloqueos nerviosos periféricos y anestesia epidural. Esta estrategia reduce la necesidad de anestésicos inhalatorios, atenúa la respuesta al estrés quirúrgico y contribuye a una recuperación más estable.
El dolor no controlado puede desencadenar taquicardia, hipertensión, aumento del consumo de oxígeno miocárdico y dificultades en la función respiratoria, complicando un cuadro fisiológico ya de por sí frágil.
Opioides
Constituyen la base de los protocolos analgésicos. Los opioides son versátiles, proporcionan analgesia de calidad, minimizan el dolor periquirúrgico y mejoran la sedación cuando se emplean benzodiazepinas o dosis bajas de acepromacina como sedantes.
En el perro geriátrico pueden prolongar su acción debido al menor metabolismo y excreción, por lo que se administran a dosis menores y se monitoriza la ventilación (aunque su efecto depresor respiratorio, si se emplean a las dosis adecuadas, suele ser mínimo). La elección del tipo de opioide dependerá de la intensidad del dolor que se prevé, prefiriendo los opioides puros en cirugías más dolorosas y los agonistas parciales o mixtos en procedimientos de dolor ligero.
AINE
En el perro mayor es preciso ser muy cauto con los AINE, ya que su función renal y hepática está comprometida. Si el paciente ya los recibe de forma crónica para osteoartritis, conviene no incrementar la dosis en el perioperatorio y evitar su combinación con corticoesteroides. En muchos casos, se pospone su administración para el posoperatorio inmediato, ya con el paciente estabilizado, valorando la función renal y la volemia.
Otros analgésicos
Lidocaína, ketamina a dosis subanestésicas o tramadol pueden ser útiles como analgésicos, reduciendo la necesidad de opioides o potenciándolos. Esto ayuda a minimizar la depresión ventilatoria o cardiovascular. Su elección dependerá del estado general del perro, su condición cardiaca y renal, y las características del procedimiento quirúrgico.
Técnicas de anestesia locorregional
Las técnicas de anestesia locorregional han demostrado reducir la probabilidad de muerte en la anestesia en perros, por lo que se convierten en un pilar fundamental en el manejo analgésico de pacientes geriátricos.

Inducción
La preoxigenación antes de la inducción es clave, ya que mejora la reserva de oxígeno del paciente y protege frente a la hipoxia si la intubación endotraqueal se retrasa. El propofol, administrado lentamente, brinda una inducción suave, aunque puede provocar hipotensión si se inyecta con demasiada rapidez. La alfaxalona también ofrece una alternativa con menos depresión cardiovascular en algunos casos. Otras opciones muy usadas son combinaciones de benzodiacepinas con fentanilo o benzodiacepinas con ketamina. En líneas generales, debemos evitar la inducción con mascarilla de forma rutinaria ya que es muy estresante y contaminante.
Mantenimiento
Por su parte, los anestésicos inhalatorios, como isoflurano o sevoflurano, permiten un ajuste rápido de la profundidad anestésica, pero deben emplearse con la menor concentración efectiva posible, optimizando la analgesia y la estabilidad hemodinámica. En procedimientos cortos o fuera del quirófano un mantenimiento con infusiones continuas de propofol o alfaxalona también es recomendable. El mantenimiento de la normotermia, la monitorización continua y la ventilación mecánica mejoran notablemente la calidad de la anestesia.
Monitorización
La monitorización avanzada en el perro geriátrico no es un lujo, sino una necesidad. Además de la vigilancia cardiovascular y respiratoria, la evaluación periódica de la presión arterial invasiva, la medición del gasto cardiaco (si se dispone de tecnología apropiada), la oximetría tisular y la capnometría, la temperatura, así como la vigilancia del flujo urinario intraoperatorio y la medición de lactato, ofrecen datos valiosos para la toma de decisiones. Cada una de estas variables constituye un indicador que, valorado en conjunto, puede anticipar escenarios de riesgo y permitir intervenciones terapéuticas tempranas, ya sea mediante el ajuste de fluidoterapia, la modulación de la profundidad anestésica, la corrección de desequilibrios ácido-base o el soporte inotrópico.
Complicaciones
Hipotermia
La hipotermia perioperatoria es un problema frecuente en el perro geriátrico. Es, con mucho, la complicación anestésica más frecuente en perros. La pérdida de masa muscular, la menor capacidad termorreguladora y los tiempos quirúrgicos prolongados facilitan el descenso de la temperatura central. La hipotermia prolonga la duración de la anestesia, compromete la función cardiovascular, altera la coagulación, deprime el sistema inmunitario y enlentece la recuperación. El uso de dispositivos de calentamiento activo, como mantas de aire caliente forzado, el calentamiento de fluidos intravenosos y la prevención de corrientes de aire, resultan medidas imprescindibles. Controlar la temperatura de forma continua y actuar ante los primeros signos de hipotermia es indispensable para optimizar los resultados.
Hipotensión
La hipotensión es la segunda complicación más frecuente en anestesia canina. El diagnóstico precoz y la gestión adecuada de la hipotensión intraoperatoria son cruciales en perros geriátricos, especialmente en aquellos que reciben tratamientos crónicos con inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina (IECA) o bloqueantes de los canales de calcio para enfermedades cardiacas o renales. Estos fármacos, aunque esenciales para el manejo de estas patologías, pueden exacerbar la propensión a la hipotensión durante la anestesia al disminuir la capacidad del sistema cardiovascular para mantener la presión arterial frente a los efectos depresores de los anestésicos. En estos pacientes, la monitorización continua de la presión arterial mediante métodos invasivos o no invasivos es imprescindible para detectar rápidamente caídas tensionales significativas. El manejo incluye la optimización del volumen intravascular mediante fluidoterapia, la administración de agentes vasopresores o inotrópicos según sea necesario, y la minimización de la profundidad anestésica sin comprometer la analgesia. Además, es esencial individualizar los protocolos anestésicos para reducir el impacto hemodinámico, evitando agentes que produzcan vasodilatación significativa y seleccionando alternativas farmacológicas más compatibles con la condición cardiovascular del paciente geriátrico. Este enfoque permite prevenir complicaciones derivadas de una perfusión tisular inadecuada, mejorando el pronóstico y la recuperación posoperatoria.
Se ha evaluado el efecto del pimobendan (0,15 mg/kg IV) en perros geriátricos sometidos a anestesia general. Este inodilatador, ampliamente utilizado en cardiología veterinaria, mejora la contractilidad miocárdica sin aumentar significativamente el consumo de oxígeno y promueve una vasodilatación periférica moderada. Estas propiedades son especialmente útiles en perros mayores, cuyo sistema cardiovascular, debido a la atrofia miocárdica y la pérdida de elasticidad vascular, presenta una menor reserva funcional y capacidad de adaptación al estrés anestésico. La administración de pimobendan durante la anestesia podría reducir el riesgo de complicaciones cardiovasculares perioperatorias, como hipotensión significativa, y mejorar la perfusión tisular. Estos efectos favorecen una recuperación más estable, disminuyendo potencialmente la mortalidad y morbilidad posoperatorias. El pimobendan sería una opción valiosa en pacientes geriátricos con función cardiaca comprometida o signos de enfermedad cardiovascular. En cualquier caso, el uso del pimobendan debe basarse en una valoración preanestésica integral, incluyendo ecocardiografía y monitorización hemodinámico, para ajustar la dosis según las necesidades del paciente. Combinado con otros fármacos anestésicos y analgésicos seleccionados cuidadosamente, el pimobendan puede contribuir significativamente a la optimización del protocolo anestésico en esta población vulnerable.

Recuperación
La fase posoperatoria en perros geriátricos exige un control meticuloso, y es una etapa crítica en la que se concentra un alto riesgo de complicaciones. La mayoría de las muertes relacionadas con la anestesia ocurren tras la extubación y durante las primeras 48 horas posteriores al procedimiento. En los pacientes geriátricos, el metabolismo y la eliminación de los anestésicos suelen ser más lentos, por lo que es esencial una vigilancia constante durante la extubación y el retorno a la conciencia. Un ambiente tranquilo, la minimización de estímulos estresantes, una analgesia adecuada y el control de la temperatura son factores clave para garantizar un despertar estable.
El soporte respiratorio, cuando sea necesario, ayuda a asegurar la eliminación efectiva de CO2 y prevenir la hipoventilación. Además, la monitorización continua en las horas y días posteriores permite identificar y tratar a tiempo complicaciones como hipotensión residual, disritmias, dolor mal controlado o alteraciones neurológicas. Este periodo también ofrece la oportunidad de reiniciar la nutrición de forma precoz, siempre que el paciente esté alerta y cuente con una protección adecuada de la vía aérea, ya que el soporte nutricional temprano favorece la recuperación integral.
La utilización de escalas multifactoriales para la evaluación del dolor, como la escala de Glasgow, facilita un ajuste óptimo del tratamiento analgésico posoperatorio. Finalmente, siempre que sea posible, es recomendable dar de alta al paciente a la mayor brevedad, permitiéndole regresar a un entorno familiar que favorezca su recuperación.
En resumen, la anestesia en pacientes geriátricos implica reconocer las limitaciones fisiológicas inherentes a la edad, realizar una evaluación preanestésica exhaustiva, seleccionar fármacos y técnicas que se adapten a cada caso, monitorizar de forma intensa y constante, y ofrecer un cuidado posoperatorio meticuloso.
La edad avanzada no es, por sí sola, un impedimento para la anestesia. Por el contrario, constituye una oportunidad de aplicar nuestros conocimientos, habilidades y recursos para proporcionar al paciente geriátrico una intervención segura, mejorar su calidad de vida y, en última instancia, reafirmar la relevancia de la anestesiología veterinaria como disciplina en continua evolución.